Es fácil pensar que en cualquier momento de nuestra vida podemos pasar por una crisis, un duelo que en muchas ocasiones no sabemos cómo afrontarlo. El más común de ellos es el duelo por la pérdida de un ser querido, el cual, en muchas ocasiones, lleva a estados de depresión e incluso hasta situaciones en las que una persona pierde la vida por pura “pena moral”.
Manejar el duelo no es fácil, por eso es importante tener en cuenta tres elementos que son clave para poder llevar un proceso de esta naturaleza: En primer lugar, es necesario llorar, esto permite desahogar el sentimiento de tristeza que se siente. Llorar no es malo, por el contrario, el mismo Jesús lloró ante la tumba de Lázaro que era su amigo y que sabía muy bien que lo iba a resucitar y aún así lloró. ¿Por qué no llorar ante un ser querido que ha fallecido?
En segundo lugar, es muy importante buscar los grupos de apoyo. Amigos que nos permiten pensar en otra cosa, que nos ayudan a disipar el dolor y que nos permiten vivir el momento de duelo de una manera más llevadera. Pero el mejor grupo de apoyo es la familia, la cual está viviendo el mismo dolor. Reunirse como familia, celebrar momentos especiales, recordar a ese ser querido que ya no está con nosotros nos ayudará mucho a vivir el momento de duelo y acompañarnos mutuamente.
Por último, es importante fortalecer la parte espiritual, participar del culto o de la eucaristía dominical, el orar, el vivir la vida sacramental, el leer la palabra de Dios nos dará la fortaleza necesaria para afrontar el duelo con la presencia y la fuerza que Dios, hecho hombre por nosotros y quien murió y resucitó por nosotros. Así mismo, en caso de que la persona persista en casos de depresión, buscar la ayuda profesional es necesaria.