Hace 43 años, cuando Plaza y Janes publicó, la hasta ahora única edición de “Los Míos”, escribí que de lejos era hasta ese momento la mejor novela de Gardeazábal.
Acepto, que tal vez, me dejé llevar por el entusiasmo de la historia que se desarrolla en el relato, que no es otra que la saga, esplendor y decadencia, de la burguesía terrateniente del Valle del Cauca.
“Los Míos”, es la historia de la decadencia de una familia latinoamericana, valluna para más señas, que en busca del poder político, que en la ficción no logra, se vale de toda clase de instrumentos legales e ilegales, para alcanzar la cima del poder económico, del latifundio a la hacienda cañera, y de allí a la industria, la producción del azúcar por parte de los ingenios, para acabar aliada al narcotráfico, final como socio del patriarca familiar José María Copete, abuelo de la dinastía y hombre prodigioso para los negocios, la trapisonda y el engaño.
Su única sobreviviente decide contar su historia, desde su refugio de La Florida, una vez que en Colombia se ha instaurado un gobierno socialista.
Como era de esperarse, la novela, una vez llegó a las librerías fue inmediatamente recogida por los aludidos en la misma.
Recordemos que en 1976 terminó la huelga de Riopaila, que sacó a la luz los oprobiosos métodos, desde el desalojo forzado hasta el asesinato, de los que se valió la familia Caicedo para construir de Bugalagrande a La Paila, su imperio de contaminación y servidumbre. Y sin duda, esta documenta fue aprovechada por el novelista para situar los personajes y sus actuaciones en la novela.
Es curioso que parte de lo narrado en “Los Míos”, sea hoy una contundente realidad, en lo que hace a la llegada al gobierno del primer gobierno de izquierda en Colombia, y a la crisis de “la gente bien” del Valle, que cada día actúa más como un clan mafioso que como un grupo social de élite.
La aristocracia quedó atrás, muy, pero muy cerca del culo.