Al grano con la polémica suscitada: la película Lavaperros, dicen, daña la imagen de Colombia, del Valle, y especialmente de Tuluá. Carlos Moreno, el director de esta película y otros éxitos anuncia que escoge nuestra vecindad para filmar la película porque cinematográficamente es un lugar “mugroso” ya que es pequeño, caluroso y asfixiante, y donde obviamente ha pululado el narcotráfico con sus patrones y lavaperros. Advierte también que en la realidad hay más bandidos que en la ficción artística. Y a menos que nos la demos de moralistas, habrá que darle la razón al director, quien creo escoge a Tuluá por su amor filial al terruño, y porque duela o no, así es el corazón del Valle.
Claro está, solo muestran la cara del decadente narcotráfico que cada vez recicla sus líderes, hoy más jóvenes, con menos escrúpulos y fitness. Así, podemos saldar la idea de que la gran mayoría de tulueños somos ciudadanos, no hampones. Además, no podemos negar la emoción de ver la ciudad reconociendo cada rincón que se va grabando para la posteridad en la primera película colombiana que encabezó por una semana el listado nacional de Netflix, fue segunda en Venezuela y estuvo dentro de las primeras cinco en España y Argentina. Por no hablar del voceo que nos caracteriza, la aparición de habitantes que todos conocemos (como “taponcho” y otros), la afición por el América del joven que roba el botín, el prostíbulo “Cueros” como el lugar al que van todos los malandros, las fotos del patrón con su esposa con marco de cabalgata en la feria de Tuluá, y la más poderosa alegoría de cualquier tulueño raizal que ha salido del pueblo, y que pronuncia el personaje de John Álex Toro: “Es que uno se va de Tuluá y no es nadie afuera”. Puede que a pocos les guste el cine con humor negro, pero el acercamiento a los intersticios de la ciudad que creemos nuestro destino, como lo dijo el nobel turco Orhan Pamuk acerca de su natal Estambul, si no nos da orgullo por lo menos nos divirtió, por lo que no queda más que agradecer al director, los guionistas, el equipo técnico y a los protagonistas que ya hemos visto hablar bellezas de Tuluá. Como la verdad que se denuncia incomoda, puede ser otro motivo para ir dando al traste con la cultura narco que nos contaminó y se instaló, sintomatizada en sucesos como que siempre Uribe gana acá. Es una oportunidad.