Hace poco hablé con una amiga que me comentó el sentimiento de culpa que experimenta después de su separación. Es explicable que mi amiga se sienta culpable después de romper con la relación; pues desde pequeña la formaron para ser dependiente, primero de sus padres, luego de su esposo y finalmente de sus propios hijos. Además le hicieron creer que el más fuerte es el hombre y que la mujer no es capaz de vivir sin el apoyo de un marido. Cuando ella tomó la decisión de separarse, se cuestionó y se preguntó si sería esta la opción más adecuada y aunque, no se llevaba bien con el esposo, al menos él estaba ahí. Pero al conflicto de mi amiga se le suma también los comentarios familiares y de amigos que la hacen sentir aún más culpable. Como por ejemplo su mamá le dice “ Tal vez no fuiste lo suficientemente tolerante” o “¿por qué no pensaste un poco más en los hijos? Y muchas cosas mas. Además de la soledad afectiva por no contar más con la compañía de su esposo, la pobre mujer se enfrenta a otro problema serio: la parte económica y el cambio del círculo de amigos. Es común que mientras el matrimonio esté bien, se socialice con otras parejas. Pero cuando llega la separación, la mujer comienza a ser vista por las esposas de sus amigos como un peligro. Ya no la invitan a los paseos o reuniones, simplemente porque temen que les quite el marido o ellos comiencen a coquetearle. También es común que los hombres las vean como presa fácil, está desamparada y seguramente le va a hacer falta la compañía afectiva y sexual de su pareja. Aunque parezca duro, le aconsejé a mi amiga que debe manejar esta situación con inteligencia. Si sus mejores amigas la rechazan por ser separada, no vale la pena su amistad o por lo menos no es tan valiosa y buena como para sufrir por perderla. Lo mejor es conformar nuevas amistades que la valoren y le brinden una amistad sincera y desinteresada, además no es la primera mujer, que se separa.