La violencia que hemos visto palpable durante el paro nacional, los bloqueos y finalmente en los estadios del país, tiene raíces profundas en el corazón del hombre, pues de la “abundancia del corazón habla la boca” y aunque no podríamos permanecer impasibles, tampoco existen soluciones a corto plazo, pues son las únicas respuestas posibles ante presiones nunca resueltas, y cuando una sociedad está enferma, sin sentido de su vida, sin propósitos claros, cuando su existencia es realtivizada y el “axis mundi” solo abarca una visión horizontal, sin mirar al cielo, se animaliza y la respuesta a la angustia generada, no puede ser otra, sino la fuerza indiscutible de la violencia. No tienen otra salida, no hay respuesta de nadie, de sus padres, de su familia, de sus parientes, ni mucho menos de la sociedad, que también se encuentra “embolatada”, por el egoísmo natural de sus instintos de conservación, quedándose únicamente en el “sálvese el que pueda”.
La sociedad se encuentra en un vacío existencial permanente, agudizado por las redes sociales que arrojan informaciones desde los cuatro puntos cardinales, creando incertidumbres más que certezas, sin responsabilidad, absolutamente enceguecidos buscando acabar con los progresos hasta ahora alcanzados en la humanidad total. Es muy preocupante que toda esa cantidad de mensajes,miles y miles, que se transmiten de buena conducta por las redes sociales, no generen el impacto necesario para vivir en paz. Las redes no cambian el corazón del hombre. Hay que volverá las raíces. Esa violencia que viene en el interior del hombre desde su nacimiento no es fácil de vencer. De ahí la necesidad urgente de resignificar la vida, el respeto por el otro, tomar conciencia de la fraternidad universal, trabajar por la justicia social. entre otros temas de gran importancia para la convivencia pacífica que no se alcanzará totalmente en ninguna parte del mundo pero no se puede tampoco cruzarse de brazos.