A las seis de la mañana estaba pendiente de mi salida a la calle para asomarse entre la rejilla y sacar su naricita para que la viera y de inmediato traerle las rodajitas de zanahoria que era el desayuno de la primera hora y los devoraba con un hambre insaciable, masticaba como si no le fuera a alcanzar el tiempo, comía una y otra rodaja, no se saciaba, era obligatorio detener su apetito voraz y dejarla comer en abundancia para luego de un salto subir a dormir una siesta que duraba varias horas hasta la hora del almuerzo, cuando se repetía el oficio, comer y comer zanahoria, para de nuevo, dormir y dormir.
Esperábamos la noche, cuando se dedicaba a dar vueltas y vueltas en una miniatura rueda de chicago, sin cansarse hasta la media noche, luego de hacer un ruido que interrumpía mis ganas de escuchar los noticieros.
Era atenta a todo movimiento de las manos, ágil para subir, bajar, correr, olía todo cuanto se le atravesaba, toda la familia estaba pendiente de sus movimientos, dicen que era muy inteligente. Se escurría por dentro de mi camisa, hacía cosquillas, hasta que un día me mordió y hasta allí llegó su paseo en medio de la camisilla y mi piel, ya más cansada de la tarde gris.
Se le celebró su cumpleaños con todos los adornos propios de este rito, entre ellos, papel celofán, el color violeta abundó en la mesita de juguete minuciosamente organizada por Maria José, velita, muñequitos, fue un cumpleaños muy “dulce”.
Así que, de un momento a otro, sin darnos cuenta, nuestra vida giraba a su alrededor. Era lo primero que le presentábamos a las visitas, unas se alegraban, otras le huían con temor infundado. Y hasta en guardián de la casa se convirtió cuando salíamos durante cierto tiempo, porque su carrera ininterrumpida y caprichosa, producía un ruido que asustaría a cualquier intruso.
Pero un día, no se asomó por la rejilla,todo era silencio, “Dulce” se había enredado en su propia jaula, no sabemos cómo, y murió.
El luto ha sido grande y sus restos descansan en el jardín, en donde en una penca de una planta se lee: “Dulce”. Era un hámster que dejó huella imborrable en el corazón de todos los que la conocieron.