La persona del año es Giséle Pelicot, la mujer que lo cambió todo con una frase: la vergüenza debe cambiar de bando.
El avergonzado es quien se reúne con otros hombres a planear y consumar un abuso sexual, vergonzoso es que ninguno haya objetado, la dificultad para asumirse como sujeto que decide algo distinto a la manada.
Algo que es una costumbre puede ser un crimen. En ese caso de las violaciones domésticas, se ha marchado en el camino de comprender que es un crimen, sostiene Rita Segato, y añade: aquel último gesto que es un crimen, es producto de una cantidad de gestos menores que están en la vida cotidiana y que no son crímenes; esto lo confirman los hombres que no aceptaron la propuesta del esposo de Giséle, pero no se les pasó por la cabeza denunciar la violación colectiva de una mujer drogada.
Giséle, de 72 años, fue sometida químicamente y violada durante 10 años, las violaciones eran convocadas por su esposo, junto con cerca de 83 hombres los que participaron, su esposo intervenía y grababa. Ella se enteró en septiembre de 2020 cuando la policía le mostró los videos en el celular de su esposo; quien había sido capturado después de ser sorprendido grabando bajo las faldas de mujeres.
Giséle lo cambió todo porque rompió el anonimato (en Francia víctimas y victimarios tienen derecho a no revelar su identidad; los 51 hombres comparecientes no mostraron sus rostros). La cantidad de hombres involucrados y sus distintas ocupaciones, develan que un abusador no es un monstruo, ni un sujeto anómalo, puede ser el más corriente de los tipos y hasta el más cercano de los tipos.
Giséle cambió la narrativa, por tanto, cambió la historia. Y si ella, una mujer con una vida ordinaria pudo cambiarlo todo, también los hombres ordinarios que replican agresiones hasta que finalmente cometen crímenes, pueden cuestionarse, entender, hacer un trabajo de reflexión profunda, y entonces ellos cambiarlo todo; Giséle es su modelo a seguir.