Los días pasan, los años pasan, los recuerdos se ven más distantes cada vez, la tristeza a veces me acompaña. Sin embargo, no tengo razones para protestar por los ratos de inconformidad. Nunca me ha faltado comida, nunca me ha faltado un techo donde dormir, nunca me ha faltado familia, ni amigos.
Y siempre me acompaña mi fiel compañera, la música, que escucho en el carro, en la casa y hasta en la cocina, es por eso que he querido darle las gracias a la música, porque he encontrado en ella ese gran elemento salvador, mi fuente de felicidad.
Desde pequeña encontré cobijo en las notas, en las melodías y en los ritmos. Con la música se evoca tantos sentimientos, esa capacidad que tiene para controlar emociones, es admirable. Me hace llorar, me hace reír, soñar, bailar, recordar a mis amigos, a las personas que no están ya con nosotros y reflexionar sobre diversas situaciones. El manto de la música, me hace sentir plena, es como un bálsamo a la vida.
Por eso, hoy con el tema de la pandemia me he dedicado a ver conciertos virtuales, como el de las últimas semanas, cuando disfruté los ofrecidos por Ricardo Arjona y Marc Anthony. Me deleité con sus canciones porque tienen la habilidad de hacer poesía de la vida cotidiana y poner a vibrar con su música. Los disfruté mucho.
He tenido grandes momentos en mi existencia, momentos que no volverán a ocurrir, pero me arrepiento de no haber aprendido a tocar un instrumento musical para deleitarme interpretando mis canciones preferidas.
Que levante la mano, como dice Espinosa Paz, quien no tenga una canción favorita, un tema que le haga soñar o algún artista que le ponga la piel de gallina, prácticamente a todo el mundo le gusta la música.
Bailar en las noches de rumba, entretenerse en el transporte público al ir a trabajar o emocionarse con una letra que le recuerda a un antiguo amor o un desengaño.
Y como las almas están llenas de recuerdos, no hay nada mejor que acompañar cada uno de estos momentos con una buena canción.
Así seremos felices al volver a escuchar esas canciones que nos llegan a lo más profundo de nuestro corazón y no hacen volver a soñar.