A solas en la habitación, escuchando música de mis años mozos y con uno que otro achaque, porque los años empiezan a hacer de las suyas, me he puesto a pensar en muchos recuerdos que han quedado con el pasar de la vida.
Siento que los años se me vinieron encima, en los que nunca pensé cuando era joven.
Es la etapa en la que comienzan a deshojarse mis ilusiones, mis deseos, mis ansias de felicidad, así como mis errores, caídas y levantadas.
Como una película van pasando los episodios de mi vida, desde cuando era una niña en los brazos de mi mamá y estudiaba en la escuelita de mi Tuluá, La Antonia Santos.
Luego recuerdo momentos vividos en otras ciudades, a las que llegué en busca de más oportunidades, pero donde igualmente ansiaba regresar a mi pueblito querido.
Pienso cuando viví en Cúcuta, donde nacieron mis dos hijos mayores y fui feliz, y luego cuando retorné a Tuluá para reencontrarme con mis padres, mis hermanos, mi familia, mis amigos…
Ahora cuando veo a los jóvenes en las motos queriendo comerse el mundo, siento mucha pena por ellos, pero especialmente por sus padres, al final son los que sufren esperando que regresen a casa, sanos y salvos.
Por eso hoy quiero decirles a los muchachos que, si tienen la suerte de mantener a sus padres con vida, respétenlos y ámenlos intensamente, compartan tiempo de calidad con ellos, no los juzguen, pues solo Dios es nuestro juez.
Escuchen también sus consejos, porque los padres hemos vivido muchas experiencias, malas y buenas, pero todas enriquecedoras y que les evitará muchos dolores de cabeza.
Y ayyy de los hijos que irrespeten a sus padres. En esta misma vida recibirán el trato de sus hijos, cuando sean padres, como un búmeran, el mundo es redondo, en esta vida misma se paga todo.