La poeta María Mercedes Carranza, logra en 1986 abrir en Bogotá una casa de Poesía, en el inmueble que sirvió de última morada al poeta José Asunción Silva. Desde ese momento inicia una pertinaz y férrea gestión por lograr posicionar dicho centro de cultura como un espacio donde se difunda y se guarde la poesía del país, pero también la hecha en todas las latitudes y lenguas que informan este ancho mundo.
Es así como desde la Casa se empieza a constituir una red poética de habla castellana, donde se privilegia la elaborada en la América Latina. Pero María Mercedes en 2003 decide morirse dejando vivo y actuante su legado, a tal punto que la institución cuenta al momento de su muerte con un activo de 530 millones de pesos.
Hoy, la Casa está a punto de cerrar sus puertas fruto de la negligencia, la ineptitud y la corrupción de quien sucedió a María Mercedes en su dirección, el abogado Pedro Alejo Gómez, con la complicidad de una Junta Directiva que preside el señor Claudio Besudo.
Este Diablo Cojuelo, no solo hizo humo el capital heredado, sino que se apropió de los dineros que antiguos funcionarios de la Casa recibieron por sus cesantías, así: Doris Anaya, 36 millones; Dora Bernal, 20 millones y Elvis Ledesma, 10 millones. Y debe a los actuales funcionarios 30 millones, entre salarios, primas y cesantías, más 60 millones que le prestó el antiguo tesorero de la entidad Gonzalo Rodríguez.
Ya en 2014, los poetas se habían pronunciado sobre las irregularidades que venía cometiendo el señor Gómez. En una carta dirigida a la Junta Directiva, se alertaba sobre los peligros que corría la Institución por el desgreño administrativo de los bienes, dineros y programas a su cuidado.
Nadie hizo caso y a la fecha los señores Pedro Alejo Gómez y Claudio Besudo, tienen el descaro de afirmar que la “Casa de Poesía Silva no es una entidad viable porque tal vez a nadie le interesa la poesía hoy en día”. Y, tan campantes.