El caos generado por la pésima disposición de las basuras tiene convertida la ciudad en un verdadero estiercolero, donde proliferan toda clase de bichos y las ratas comienzan a oradar la montonera en la búsqueda de su sustento diario y al mismo tiempo pone en peligro la salud, especialmente de los niños y niñas del municipio.
Al mismo tiempo la presentación de las calles es simplemente horrorosa, cuando las bolsas son arrojadas en el primer sitio que se encuentre desocupado y el aspecto deja mucho que desear cuando en todos los medios de comunicación y redes sociales se envían mensajes diarios acerca de la convivencia pacífica, del respeto por la vida, específicamente por atraer turistas a la región corazón del Valle y francamente es una pena mostrar la ciudad en tan lamentable estado de suciedad, abandono y porquerías de toda clase.
No podemos permanecer callados y mucho menos inactivos ante semejantes despropósitos, sino que es urgente emprender una campaña permanente sobre la cultura ciudadana, que piense en su entorno, en sus gentes, en sus vecinos, que ame la ciudad, de lo contrario no estamos en nada y todo se irá en pura palabrería y demagogia barata y sin sentido práctico en la vida real y cotidiana.
Aquí todos nos debemos quitar el sombrero y sudar la camiseta, empezando por los mal llamados recicladores que tienen su carretilla para recoger las basuras y se limitan a descansar a la orilla del río Tuluá, para arrojar desperdicios, lo que no les sirve al cauce y obviamente contaminando cruelmente las aguas que alimentan a la población en general.
No vamos a buscar responsables directos, pero sí es conveniente llamar la atención a la ciudadanía en general, en primer término, porque la desidia ha superado la dignidad de la vida, el orden y la limpieza, cuando ya no importa ver una calamitosa presentación del ente parroquial y nada vale, ni obedecen a las recomendaciones de los responsables de la recolección, de tal manera que no les interesa en lo más mínimo, la cultura, la belleza, el orden, la disciplina, en últimas el cumplimiento del deber.
Aunque este caos de las basuras no es responsabilidad de las empresas encargadas de su disposición final, también es cierto que deberían invertir muchos más recursos en la pedagogía de la recolección, inventar concursos, proponer ideas, ser imaginativos, atraer a los usuarios antes que asustarlos con penas y castigos.
Nunca es tarde para trabajar en este sentido de la mano de los sectores público y privado, pero sin descanso, no solo hacerlo por cortos períodos, que se olvidan y por desgracia a la gente hay que empujarla, motivarlos, especialmente ahora que está de moda el emprendimiento.
Basta de echarnos con las petacas, que la ciudad está en decadencia basuriega, es sofocante y asfixiante el ambiente y no es la mejor manera de convivencia pacífica. Es bueno intentar con nuevos métodos, novedosas pedagogías, para que la gente toda, hombres, mujeres y niños se involucren, participen, obtengan sentido de pertenencia mediante tareas colectivas y simples que dejen huella permanente.
Es el tiempo de invertir en la gente, parodiando tantas campañas electoreras que ahora están en pleno auge. Ojalá mañana no sea demasiado tarde.