“El nieto de un amigo, un niño de ocho años que quiere ser poeta, sacó de dudas a su abuelo cuando este le manifestó su inquietud por la llegada de unos nuevos vecinos. No te preocupes, le dijo, son buenas personas, y cómo lo sabes, le inquirió, porque tiene pájaros, fue la contundente respuesta”. El párrafo transcrito lo escribí en el 2002 para una solapa del libro “Los espejos del olvido”, una antología de mi obra poética de 1983 a 2002, seleccionada y prologada por Juan Manuel Roca y publicada en ese mismo año por Orlando López en Deriva Ediciones de Cali.
Y lo traigo a colación porque a pesar que no conocí a Gonzalo Cardona Molina, el ambientalista y líder social que fue reportado como desaparecido el 8 de enero pasado y encontrado su cadáver el lunes en 11 en las horas de la tarde con dos tiros en el pecho, no me queda duda de que se trataba de un buen hombre.
Para el gobierno colombiano este asesinato es uno más, en la macabra estadística de muerte que lo rodea.
Pero para los vecinos de Roncesvalles, La Unión y Barragán, así como para sus amigos y compañeros de la Fundación Pro Aves, Cardona Molina fue el hombre que desde 1990 se apersonó por salvar de la extinción al loro orejiamarillo, preservando su hábitat como es el árbol nacional, la bellísima palma de cera.
Un hombre que habla con los pájaros, según la atinada expresión de mi médico el doctor Pablo Jiménez, podría tener también comunicación directa con el viento, con la lluvia, es decir, con la vida. Lo que parece no perdonan quienes buscan convertir nuestros páramos en los mismos inhóspitos lugares en que ya convirtieron nuestros valles, en la búsqueda de un avaricioso y letal lucro.
Nuevamente, los grandes intereses económicos y los mezquinos beneficios políticos que tienen postrado al país, se valen de todos los medios para conservar y aumentar su riqueza, edificada sobre un insospechado cúmulo de miseria y cadáveres.