En este país, en donde hemos aprendido tanto mientras soportamos cualquier tempestad, nadie cree que al papá del jugador de futbol de la liga inglesa, Luis Diaz, lo liberaron como parte de un acto humanitario o de contribución a la paz que dizque se negocia con los elenos.
Como estamos curtidos en la manipulación de la verdad, todos tenemos la obligación de creer que la libertad del viejo Díaz no fue gratis. De la misma manera, cualquiera que haya sido el rendimiento económico o propagandístico que pudiese haber conseguido el ELN con este rapto, ningún colombiano, así sea del grupo de los fervientes defensores del presidente Petro, va a opinar que los antiguos guerrilleros acertaron políticamente secuestrando a una figura de alcance internacional, como resultó siendo el raptado.
El solo hecho de que el país haya regresado a unas épocas que creía haber superado, es un error que se reparten por partes iguales el presidente Petro y su desigual gobierno con los guerrilleros del ELN, que no se cansan de secuestrar para obtener pingües beneficios monetarios y así seguir sosteniendo la batalla que han llevado durante 50 años. Es un error de la guerrilla porque el país ya no camina, en pleno furor de las redes sociales, a base de titulares y fotografías repetidas.
Y ha sido un error de la misma magnitud de Petro y compañía limitada porque, con la apertura de las puertas de la paz total, abrieron la brecha para mostrarle a los guerrilleros y a los grupos alzados en armas que es un gobierno débil, al que le maman gallo desde los guerrilleros hasta los ministros. Hay una ingenuidad absurda en el planteamiento del gobierno buscando la tal paz total.
Haberle amarrado las manos a soldados y policías está resultando demasiado costoso para todos los colombianos, comenzando por el propio Petro, objeto central de las burlas de los alzados en armas, y terminando por la economía, que chupa todo el golpe resquebrajándose.