Las fiestas de fin de año constituyen una oportunidad especial para que familiares y amigos compartan momentos inolvidables para la posteridad.
A estas festividades siguen varias celebraciones en diferentes lugares del país, eventos que marcan un punto de partida del año nuevo, entre ellas, el Carnaval de Blancos y Negros, que tiene lugar en Pasto y que fue declarado por la UNESCO, como Obra Maestra del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2009; por su parte la Feria de Manizales también contribuye a realzar el inicio del nuevo año, una feria que se caracteriza por su temporada taurina, sus conciertos, desfiles, espectáculos musicales y por el Reinado Internacional del Café, reinado que potencia la importancia de este producto a nivel internacional.
Por supuesto, se podrían mencionar otros eventos, pero los señalados sirven para ilustrar el punto en cuestión. Como es de suponer, estos acontecimientos proporcionan espacios de sano esparcimiento para aquellos que tienen la posibilidad de integrarse a ellos.
De esta forma espectadores y turistas en general, intensifican sus momentos de relajación para recuperar la energía que demanda el trabajo del año que comienza. Pese a la alegría que subyace en estas festividades, cabe reflexionar sobre los incidentes que se presentaron en esta temporada.
Estos incluyen las personas que padecieron quemaduras por efecto de la pólvora, así como también las que fallecieron y las que sufrieron traumatismos en algunos accidentes de tránsito, que se presentaron en varias vías de la geografía nacional.
Algunos de estos sucesos fueron provocados por exceso de velocidad, por fallas mecánicas o por la ingesta de licor. Así las cosas, sería conveniente que se intensifiquen las medidas de seguridad, de tal forma que en el futuro estas celebraciones no se vean opacadas por los hechos referidos.