Lo vivido esta semana con las marchas en gran parte del país, es el resultado de un pueblo que se está cansando y le teme más a los abusos del Gobierno, que al propio “bicho”.
Como sé que algunos pretenden descalificar las marchas, me quedo con la imagen de quienes salieron a las calles a protestar pacíficamente, y con la de los que le hicieron devolver lo hurtado a otros cuantos desadaptados en Cali y Medellín que pretendieron saquear unos almacenes.
Más que una marcha contra la Reforma Tributaria, que fue la gota que rebosó la copa, es una manifestación en contra de la clase política que ha administrado este país durante los últimos 30 años, la cual, al parecer, está sorda o no quiere escuchar que literal-mente los ciudadanos estamos mamados y si se descuidan, se pasa de mamados a emputados y en esas condiciones, la situación sería más compleja.
No existe poder más grande que la voz del pueblo, y veo con entusiasmo que cada día más personas se suman a ese propósito de gritar a pulmón herido el inconformismo por cómo nos han manejado y quieren seguir manejando, como si fuéramos títeres.
Ojalá esta efervescencia se traslade hasta las urnas y se castigue con lo que más le duele que son los votos, a esta generación vieja de políticos que llevan años pegados de la teta del Estado y ahora pretenden poner a mamar a sus hijos de la misma ubre. En las urnas debe ser la próxima marcha. El país está despertando, y ese síntoma es muy positivo, pero ojo que también hay muchos lobos disfrazados de oveja que están aprovechando estas coyunturas para pescar en río revuelto y mostrarse como la salvación a la crisis, sin embargo, no son más