Supe de Chomsky cuando era estudiante de la Universidad del Valle y el profesor Luis Baena, recién desempacado de las universidades gringas, nos trató de hacer entender la teoría de la gramática generativa que ´hacia muy poco ese genio había promulgado.
Para el momento,1966, resultaba hereje y complicado.
El paso de los años le dio la razón y encumbró a Chomsky como el máximo adalid no solo de la lingüística sino de la izquierda universal.
Así como revolucionó las caducas teorías academicistas sobre el origen del lenguaje se abrió campo como un activista político.
Desde su cátedra del MIT se convirtió en un crítico implacable de las políticas exteriores de Washington y de los medios de comunicación, hasta volverse casi empalagoso.
Pero igual a como nos convenció que los humanos poseemos una capacidad innata para el lenguaje, conquistó para muchos la incredulidad implacable sobre las políticas imperialistas de los Estados Unidos.
Han sido muchos sus libros. Muchos más sus ensayos. Todos sirven de textos de discusión porque si algo ha promovido es el diálogo sobre la diferencia. Y por supuesto que él, con sus genialidades las ha podido hacer semillar.
Idolatrado por los zurdos de casi todo el mundo, produjo ideas luminosas y muy controvertidas hasta el año pasado, cuando sufrió un derrame cerebral y su esposa brasileña, lo trasladó a Sao Paulo donde dicen que agoniza y otros lo dieron por muerto ayer.
Releyendo algunos de sus artículos que he dejado archivados en la memoria ,y con los cuales no siempre estuve de acuerdo, recuerdo con asombro esos árboles de fonemas que el profesor Baena nos explicaba como parte integral del pensamiento chomskiano y las observaciones juiciosas que el decano de Notre Dame y director de mi tesis de grado, el profesor Langford me hacia sobre él:” Es un genio zurdo que entendió lo que todos usamos y nunca sabemos por qué lo hacemos”. Desde hace un año les hace mucha falta al pensamiento universal y a muchos de mis amigos zurdos.