Recibí con muchísima alegría la noticia sobre el Servicio Social para la Paz, una alternativa al servicio militar; básicamente los hombres jóvenes en este país tendrán la opción de construir la paz de una forma sumamente concreta, en lugar de ir a la guerra a generar más víctimas.
Sin embargo, pienso en los chicos que ya fueron tocados por la guerra; usaré la película El Páramo para confrontarnos con dos de las secuelas más graves: la noción del enemigo interno y el daño moral.
En El Páramo seguimos a un escuadrón de soldados, intuimos que en su pasado reciente hay una acción criminal contra una población campesina, por los recuerdos fragmentados que angustian a uno de los soldados; esas emociones atraviesan a todos, y son manifestadas con violencia de pánico colectivo, y destrucción.
Así las películas sean por excelencia artificio están hechas de materia humana, son reales en tanto que se sienten así; en estos soldados se manifiesta la doctrina del enemigo interno de una manera tan fuerte que terminamos por entender que es una construcción, y que no está afuera en el monte, los habita.
Jhonatan Shay investigó a ex combatientes de la guerra de Vietnam, y encontró en ellos el daño moral: ocurre cuando las personas ven destruida su confianza por traicionar lo que está bien en una situación compleja, dicha traición está sancionada por las autoridades; quien ha pasado por algo así se transforma de manera irremediable.
¿Cómo un estado que hace parte de una guerra a la que muchos gobiernos han enviado a nuestros jóvenes, repara haber construido en su interior un enemigo? ¿Qué hacemos con los hombres que caminan por nuestras calles y montañas con el enemigo adentro? Shay ofrece un camino cuando habla de la necesidad de la comunalización del trauma para superarlo: antes de analizar, antes de clasificar, antes de pensar, antes de intentar hacer nada, deberíamos escuchar.
Ver El Páramo es un primer acercamiento, gracias a esa dinámica empática que involucra el cine.