Cuando en marzo del año pasado se inició todo este caos de la pandemia, producida por el covid-19, las cifras que se daban eran solo eso, números que todos los días el presidente Iván Duque Márquez reportaba en su programa prevención y acción. Sin embargo con el correr del tiempo esas cifras se convirtieron en nombres, en personajes cercanos que engrosaban las ya más de 50 mil víctimas que han tenido nuestro país producto de esta enfermedad.
Ya no era una cifra, era el vecino, el amigo, el compañero de estudio, el compañero de trabajo quien moría silenciosamente en una sala de UCI. Ya era el doctor Llanos con una gran carrera profesional y que como galeno hizo mucho bien a toda la gente que se acercaba a él; ya era Regalito, el gran amigo, el payaso, el compañero de lucha, el gran colaborador que cada año, desde Noviembre, con su traje alegre y una sonrisa pintada en los labios recorría las calles de Tuluá para recoger regalos para los niños más pobres y llenar así de alegría los corazones infantiles.
Aun así, seguimos sin tomar conciencia del gran problema que nos asecha, un asesino silencioso que sigue su marcha macabra para acabar con la vida de muchos más. No nos damos cuenta de que la víctima siguiente puedo ser yo o uno de los míos. Seguimos, como si nada pasara, en caravanas festejando un triunfo del equipo, en fiestas clandestinas en Nariño, Tres Esquinas, Aguaclara, en fin o en la propia casa, aglomerados en la calle, sin el tapabocas, sin el distanciamiento social etc. ¿Hasta cuándo? Es la pregunta que todos nos hacemos y que solo, cada uno de nosotros tiene que responder.
Esto no es un juego, más de 50 mil muertos en Colombia así lo demuestran. Solo la conciencia de que nos tenemos que cuidar y la misericordia de Dios al que siempre le imploramos su bondad nos puede salvar de esta situación.