La pandemia del Covid-19 y el paro nacional, no solo dejaron secuelas económicas, sino también un gravísimo problema de inseguridad nacional que actualmente se evidencia tanto en la capital de la república, como en las ciudades intermedias, tal como Tuluá, que se encuentra perpleja ante la intranquilidad que sobrepasa los esfuerzos de las mismas autoridades por superarla.
Esta incertidumbre y zozobra originada en la gran cantidad diaria de robos, atracos, asaltos, homicidios, sin contar con el alto índice de accidentalidad, hacen de la convivencia pacífica, solo un anuncio superficial y lisonjero que no pasa de los comunicados y ruedas de prensa, sin que se resuelvan los conflictos de fondo entre la sociedad.
Vemos que, desde hace ya varios años, ha crecido la desconfianza de la gente en las autoridades de Policía y por muchos esfuerzos que hacen por su recuperación, todo ha sido en vano y por el contrario, se encuentran más alejados de la comunidad, se nota mayores enfrentamientos con la ciudadanía y crece un gravísimo sentimiento de aislasionismo de las autoridades, porque ni a los medios de comunicación convocan.
Recordamos que en otros tiempos, se promovían actividades policiales con la comunidad, recorrían los barrios en diferentes campañas de socialización de sus programas que clamaban por la convivencia pacífica, por la tranquilidad y la paz entre los vecinos. Hoy día, ese acercamiento se reduce a poner algunas cámaras de seguridad que ni siquiera funcionan bien, mientras que la comunidad permanece atónita en medio de un mar delincuencial que amenaza hasta las mismas instituciones. No podemos continuar así, es preciso que se definan parámetros claros y contundentes, para restablecer la confianza en las legítimas autoridades, que se recupere esa vieja amistad existente en tiempos idos, que la institución policial profundice en el estudio sobre sus programas de formación de los futuros agentes al servicio de la gente, que se conviertan en amigos y no en enemigos, lógicamente sin perder su rumbo, que es ofrecer seguridad, tranquilidad y proteger en todo sentido a la ciudadanía.
Y no se puede olvidar que los principales medios de comunicación, hacen énfasis en la inseguridad bogotana, antioqueña, barraquillera y caleña, pero se olvidan de la provincia en donde las ciudades intermedias sufren en la misma medida de inseguridad que crece en forma geométrica. Creemos que no basta con aumentar el número de pie de fuerza, como es costumbre cada vez que el problema se acrecienta, sino que es necesario tomar medidas de carácter educativo, en donde como dijimos antes, se recupere la confianza, se vuelva a considerar a la Policía como amiga, cercana a los barrios, a los particulares de a pie, dispuestos a servir de esta forma, al país en general para que veamos un nuevo amanecer.
Tampoco podemos olvidar que el presupuesto para ejercer correctamente sus actividades debe estar a la altura de las circunstancias, que no sea solo para cambiar del color del uniforme, sino para transformar su actitud íntima hacia el país, que se conviertan en los guardas continuos de las personas más vulnerables especialmente y por supuesto de toda la sociedad. Actualmente, los medios de comunicación capitalinos, solo presentan a la Policía en enfrentamientos y apagadores de incendios, no como servidores leales con su Patria durante las 24 horas del día y de la noche.