Entre los caballos más famosos de la historia podemos citar a Rocinante, de Don Quijote; Babieca, la yegua del Cid Campeador; el caballo de Troya; Pegaso, el caballo de Zeus y Bucéfalo el caballo de Alejandro Magno. Han existido caballos mitológicos, imaginarios y hasta sobrenaturales. Nombres escogidos por escritores para resaltar la belleza, la fuerza, el brío, la irrefutable cercanía del hombre hacia los équidos y siempre han estado a su servicio para demostrar especialmente poder y la majestad de su presencia que proviene desde la prehistoria.
Recordemos que cuando los conquistadores españoles llegaron a América, los indígenas creyeron que eran dioses unidos cuerpo a cuerpo. Quién no recuerda el caballo “Palomo de Bolívar”.
Este limitado preámbulo lo hacemos para referirnos al debate suscitado luego que la gobernadora del Valle, María Clara Roldán, firmara una Ordenanza en donde se aprueban las cabalgatas bajo condiciones estrictas de protección y seguridad durante el recorrido, con el fin de evitar al máximo cualquier accidente que pueda afectar los equinos como también el maltrato a que hubiere lugar por el propio jinete.
De todos es conocido que en la gran mayoría de las fiestas vallunas, el programa oficial de los organizadores, contempla una cabalgata, porque ha sido siempre una muestra de fiesta, alegría, masiva participación, fraternidad y compañerismo, son momentos cuando toda una comunidad se desplaza hacia las calles y avenidas, para celebrar y aplaudir, el paso de hombres, mujeres y otros acompañantes que se convierten en el abrebocas de cualquier evento que se respete.
Desafortunadamente, paso a paso, el certamen desde hace años recientes, se ha convertido en un acontecimiento peligroso, a veces decadente, se ha perdido el primigenio sentido de la belleza, el colorido y la sana convivencia, especialmente cuando se hizo recurrente mezclar el recorrido con el alcohol, lo que es una costumbre histórica en nuestro medio y es aceptada en términos generales, siempre y cuando no se extralimite su consumo, ya que paradójicamente es cuando se aprovecha para la distribución de licores de nuestra tierra.
Igualmente cabe recordar que la protesta airada de los animalistas es por la muerte y el maltrato ocurridos en tiempo reciente en varios municipios de la región, y se teme su repetición si se regresa a la cabalgata caleña que inicia las fiestas decembrinas, suspendida precisamente, porque a las autoridades se les salió de las manos y se presentaron hechos innegablemente reprochables. Creemos que es posible evitar el maltrato equino, si de antemano se toman las más rigurosas medidas de protección y seguridad, si los requisitos para participar se hacen más exigentes, si los controles son eficaces y los jinetes se comprometen a respetarlos.
Sabemos igualmente que lo que se denominan caballos finos, son debidamente preparados durante todo el año, para que puedan demostrar sus cualidades en el evento ferial, que perdura todavía, el sentimiento de alegrar en la forma más conveniente, las festividades de Navidad y Año Nuevo y si así ocurriere, sean bienvenidas las cabalgatas. Es posible que no sean aceptados estos puntos de vista por los animalistas, pero estamos en un país en donde todavía se puede disentir sin ser condenado.