Los múltiples acontecimientos de violencia que tienen azotado el país en general han sometido a sus habitantes en un clima de incertidumbre y desesperanza y conducen a pensar en la huída, en el escape, en el “sálvese quien pueda” y si miramos a nuestro alrededor nos asombra e inquieta muchos avisos de “se vende” en los negocios, residencias y establecimientos de todo tipo.
Nunca antes en nuestra historia reciente, habíamos visto tanto “caos” mental cuando todo el mundo tiene su “verdad”, nadie cree en la palabra del otro, como en los viejos tiempos, el irrespeto a la autoridad establecida es la constante, para no ir muy lejos, la asonada contra la Corte Suprema de Justicia presionando un nombramiento de Fiscal, todo se cuestiona y los hijos en las instituciones educativas reciben informaciones que también los perturban y cuando preguntan a sus padres tampoco encuentran respuesta.
En repetidas oportunidades, hemos insistido una y otra vez, que el vertiginoso crecimiento de las redes sociales envían millones y millones de informaciones contradictorias, unas falsas y otras medianamente ciertas.
La sociedad se siente atrapada entre la verdad, la mentira y un relativismo insospechado.
Vemos la desfachatez de los jóvenes que se cuelan en el Transmilenio y se resisten a cancelar el valor del pasaje con atrevidas voces de violencia, para llegar más adelante a hechos más graves. Esta es una muestra que, unida a la incredulidad generalizada, presiona a las personas a encerrarse en sí mismas y en consecuencia a asumir actitudes de defensa, miedo y temor.
La invitación es a rescatar con urgencia los valores tradicionales que hemos recibido de nuestros ancestros, no podemos renegar de lo que nos dio la paz, tranquilidad y fuerza para trabajar por un mundo mejor, entre otras cosas de la Fe en un Dios que nos ama profundamente y desea lo mejor para todos, pero que equivocadamente el hombre lo olvidó y se puso como centro de su existencia, relegando con desprecio, esas sencillas actitudes que le dan sentido a la vida.
Volver a creer en la familia, como célula básica de la sociedad es una prioridad indispensable, urgente y necesaria, en donde los niños y las niñas vean crecer la primavera, alegrarse con la salida del sol y el sublime azul del cielo.
La espectacularidad de los adelantos tecnológicos obnubilan, a veces, la mirada de lo cercano, los padres, los hijos, los vecinos, y entonces, es cuando debemos ver con alegría y regocijo lo bueno y el milagro fenomenal de la creación y especialmente de todo cuanto nos rodea.
Las nuevas generaciones, hoy más que nunca, necesitan tener pilares que sostengan sus vidas y no desfallezcan ante los novedosos acontecimientos que posiblemente los invitan a decaer y perder el verdadero sentido de la vida.
Tuluá se merece lo mejor y así lo hemos hecho durante el transcurso del tiempo, la invitación es a no perder el inmenso esfuerzo común realizado a través de nuestra historia, la violencia no podrá arrebatarnos la paz para trabajar por esta región y todos sus habitantes.