Si tuviéramos conciencia de los graves daños causados por el crudo invierno que azota el país y específicamente a Cali y el Valle del Cauca estamos seguros que se evitarían las peligrosas inundaciones por el desbordamiento de los ríos, la incapacidad de los sumideros, el taponamiento de las alcantarillas y la grandes pérdidas en bienes muebles e inmuebles.
Vemos las consecuencias del crudo invierno en la capital del Valle y pareciera que no fuera a tocarnos, porque la indolencia de la gente llega hasta el límite, en el manejo de las basuras, los escombros y ausencia absoluta de un cuidadoso reciclaje que debe obligatoriamente empezar desde cada hogar, por muy humilde que sea.
Ya es tiempo suficiente para que la empresa responsable del aseo y recolección de basuras, dote a todos y cada uno de los hogares de recipientes apropiados para, desde allí, iniciar el proceso que terminará en un relleno sanitario, el cual, también debería estar supremamente manejado con todas las indicaciones técnicas para prevenir más contaminación.
Desde hace bastantes años hemos padecido la arremetida de las caudalosas aguas de los ríos Tuluá y Morales, en las épocas de invierno, sin embargo continúan las inundaciones, no se destapan los sumideros y alcantarillas a su debido tiempo y lo más grave y preocupante es que prosigue la deforestación en la parte alta de la cordillera en donde nacen los ríos.
Escuchamos los clamores de la Ministra del Medio Ambiente, haciendo un vehemente llamado a todos los alcaldes y sus respectivos secretarios de prevención de riesgo, para que se tomen las medidas necesarias de prevención, pero no parece que escucharan y especialmente las autoridades encargadas, no hacen el esfuerzo necesario de carácter educativo a las comunidades que tienen una organización centenaria, como son las Juntas de Acción Comunal.
Son estas instituciones las primeras que deberían recibir toda la motivación necesaria para que adquieran conciencia plena de su responsabilidad frente a las comunidades que orientan en cada uno de los municipios, y se tomen en serio la gravedad que trae consigo el cambio climático.
Estamos ante el advenimiento de una ola invernal durante casi todo lo que resta del año y entonces nos preguntamos sobre el estado de las vías terciarias, los caminos que unen veredas y corregimientos en el sector rural, la necesidad de los camineros dedicados a evitar los daños por el inminente invierno y ojalá que la disculpa no sea la falta de presupuesto.
Nos vemos con el “agua al cuello” que ocasiona pérdidas cuantiosas, por la muerte de aves de corral, la reubicación del ganado de sus lugares habituales y, lo más grave, la obligatoria migración de los habitantes afectados hacia otros lugares en donde no tienen nada para subsistir.
El panorama no es nada halagador, el invierno está encima, los daños serán inevitables, pero es mucho lo que podemos prevenir, si tanto la gente como las autoridades toman conciencia del peligroso tiempo que se avecina. Empecemos, y con urgencia, por no arrojar las basuras en la calle, colocarlas en sus respectivos sitios y los días convenidos, desde la casa hacer la separación de deshechos, tener al alcance bolsas adecuadas.
Es una tarea de todos, de lo contrario, veremos el declive exponencial del medio ambiente y aumentarán las tragedias y las pérdidas serán cuantiosas y acrecentarán el miedo y la desesperanza.