Que un medio de comunicación cumpla 50 años de labores es realmente meritorio. Ese tipo de aniversarios no se ven todos los días. Pero cuando ese cumpleaños de trabajo ininterrumpido lo celebra un medio escrito de una ciudad intermedia, el valor se triplica o se cuadriplica.
No tiene precio ni comparación.
Los ejemplos se cuentan no por decenas sino por montones en el Valle del Cauca y en todo el país. No es fácil mantenerse. Arrancar un proyecto puede ser sencillo, pero la verdadera prueba la dará el paso del tiempo.
Solo se logra permanecer vigente de manera ininterrumpida con disciplina y orden en todos los aspectos. Ideas van y vienen, realizaciones muy pocas. Mientras El Tabloide florecía, no pocas empresas, de diversa índole, que habían nacido con anterioridad cedían ante las vicisitudes. Ni qué decir en los años siguientes y en el presente siglo, donde proyectos que nacieron con bombos y platillos cedieron, no perduraron.
El Tabloide nació como un sueño de su fundador y propietario José W. Espejo. Anhelo que su esposa, Nilsa López, continuó cuando nadie apostaba por ello. Y más aún cuando pocos creían en su carácter, en el talante que la convirtió en la líder del crecimiento y la transformación de ese proyecto que fue la realización de su esposo.
Los 50 años de El Tabloide no son un aniversario más. Son el cumplimiento, la materialización de una idea, es el ejemplo vivo de que, con ganas y trabajo, con sapiencia y destreza, los sueños se hacen realidad.
El Tabloide, es la región misma, es orgullo de Tuluá y el centro del Valle. Ha sido testigo de aquellos hechos que quisiéramos olvidar pero que, queramos o no, van ligados con el devenir vallecaucano, historia de grandes gestas, pero también de sangre, llanto y dolor.
El Tabloide también conoció de primera mano el dolor. No fue fácil reponerse a la pérdida de su creador y fundador. Pero honraron su nombre de la mejor manera: continuando con su legado, que permanece y se transforma, porque la modernidad así lo señala.