…queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Víctimas de la pandemia del siglo, dos amigos muy queridos partieron a la casa del padre en días pasados. En primer lugar, el Padre Jaime Alvarado Rolón, quien fuera mi compañero de seminario en la Ceja Antioquia, juntos compartimos momentos muy especiales de estudio, de vida pastoral, de vida deportiva, nos unía el amor por el fútbol y de vida espiritual. Lo recuerdo como un gran amigo, un hombre alegre, trabajador, inteligente, con un gran don de gentes y recordado segura-mente por cada uno de los feligreses que vieron en él un pastor entregado por su comunidad y por la educación.
Y en segundo lugar como un gran amigo vi siempre a Divier Velásquez Londoño, quien por nuestro apellido común nos llamábamos primo. Siempre vi en él un hombre generoso, con gran amor por su esposa y sus hijos, con una gran fortaleza en su vida espiritual. Con frecuencia participó de las celebraciones que presidí como sacer-dote y participaba activamente, junto con su esposa y sus hijos, de su vida sacramental a través de la Eucaristía y de la Confesión. Un gran colaborador de las obras de las parroquias que orienté como párroco. Siempre con una sonrisa en los labios y con gran deseo de ayudar lo recordaré y llevaré en mi corazón y en mis oraciones. Para su esposa Luz Mery, para sus hijos David y Danna y para toda su familia mi voz de solidaridad y mi abrazo fraterno para que el Dios del cielo los fortalezca y acompañe.
Nos dejan ambos un gran vacío en el corazón. A ambos los recordamos con cariño y les pedimos a ellos que, desde el cielo, intercedan por nosotros y bendigan y acompañen a todos aquellos que siguen siendo víctimas de esta pandemia. Paz en sus tumbas y que Dios los tenga en su reino…