Terminada la jornada electoral del pasado domingo, supimos con certeza cuál será el panorama que se avecina o como otros llaman en el futuro inmediato lo que será para nosotros los colombianos.
Unos pocos asombrados por el resultado, otros tantos celebrando a rabiar el principio de lo que para ellos será ver cumplido el sueño de Chávez, Castro y Manuel Marulanda Vélez, pero lo cierto y claro es que aún hay tiempo de recomponer el camino y tratar, así toque como en política, aliarse con quien sea con tal de mantener la Democracia de las libertades tanto para el que jamás ha producido, como también para aquellos pocos que le apostaron a producir empleo y con ello, sueños y realidades, porqué sin empleo no hay plata y sin plata pues a recoger basura para sobrevivir.
Renglón seguido, entonces podríamos aceptar que la democracia débil e imperfecta pero necesaria para nuestra idiosincrasia latina hoy está más que nunca en peligro, pero tranquilos, Colombia nunca será Venezuela.
En Venezuela la gente es diferente y aunque siempre vivió en la opulencia del subsidio pro petrodólares, Venezuela estaba llena de industrias internacionales que proveían al venezolano de buenos empleos y eso hizo que miles, incluidos algunos trabajadores de otras nacionalidades, tuvieran suficiente recurso para salir del país a tiempo.
Los que usted ve caminando, por lo general, son de las nuevas generaciones nacidas después de Chávez y los que no lograron salir y perdieron todo es porque, como pasa acá, fueron incrédulos, desprevenidos e hicieron caso omiso a las palabras de quienes les pronosticaron su presente.
Colombia no será Venezuela simplemente porque a Colombia la destruirán más rápido, pues vivimos de una economía informal, en su mayoría, y las pocas industrias que hay no le pertenecen al capital nacional, a excepción de los ingenios azucareros, que solo atienden un pequeño porcentaje del pib y eso en el Valle del Cauca.
No somos potencia en nada ya que la exploración petrolera es deficiente, el café colombiano es solo un paisaje, las esmeraldas y el oro hace bastante que se lo robaron y pues del folclore nadie vive. En lo que somos potencia pues quizás no pasará de ser más que un mal chiste sobre una malicia indígena que es la que nos tiene jodidos.
Para qué malicia sino vemos más allá de nuestras narices y estamos a punto de perder lo poco que ganamos en el puente de Boyacá, así que tranquilos, Colombia nunca será como Venezuela, más bien como Cuba.