Las cocineras colombianas tienen una enorme tradición de buenos guisos y exquisitos potajes. Mis abuelas, cada una en lo suyo, eran unas formidables guisanderas que, con ingredientes populares del Valle del Cauca, una, y cundiboya-censes, la otra, preparaban cotidia-namente platos que enaltecían la práctica de sus respectivas memorias gastronómicas.
Mi madre, aprendió de una y otra a elaborar recetas que marcaban el buen comer en los valles del río Cauca y en los altiplanos de Boyacá y Cun-dinamarca. Así que en materia alimentaria me puedo considerar un privilegiado, y por lo mismo, suelo buscar a las sabedoras de los fogones y los pucheros para gozar de sus humores, traducidos en caldos y cocinados varios.
Por ello, un evento que renueva aquella glotonería propiciada por Gustavo Álvarez Gardeazábal, por la avenida del río, cuando ejercía como “alcalde de mi pueblo”, será siempre bienvenida. Como son acogidos los Encuentros de Cocina Tradicional Va-llecaucana, que por cuatro veces han promovido los integrantes de la Fundación Arte Joven, liderados por Juan Carlos Escobar Rivera, y que en la versión que se llevó a cabo en el Parque Infantil el 30 de septiembre y el 1 de octubre de este año, rindió homenaje a dos grandes de nuestra historia culinaria como son Basilia Murillo, propietaria del Restaurante Basilia en la Galería Alameda de Cali, y Rosalba Domínguez de Gálvez, figura icónica de la cocina centro vallecau-cana.
Fueron notables varias ausencias, como la de mi amigo Oscar Álvarez Mesa, la del sibarita y chef Henry Bonilla y la de Gustavo Álvarez Gardeazábal que cumplía una cita en Barranquilla en el lanzamiento por parte de Intermedio Editores, de “Cóndores no entierran todos los días”, primer libro de trece títulos que conforman esta nueva colección del autor tulueño, que será distribuida masivamente en librerías y en los almacenes Éxito de todo el país.