La justicia le llegó a Uribe. Ahora se puede decir lo que no se podía decir en el aula de una Facultad de Derecho a falta de una sentencia penal condenatoria: Álvaro Uribe Vélez es un criminal.
Claro, faltan recursos de la defensa del ex presidente para resolver, pero la mera sentencia de la brillante juez Sandra Heredia (entre otras, fueron mujeres, jueces y fiscales, las que desataron el proceso penal) muestra a todo el país que nadie está por encima de la ley.
Durante décadas Uribe campeó en la impunidad entre la fundación de el paramilitarismo, los falsos positivos, las chuzadas del DAS o la compra de su reelección, hechos por los cuales muchos fueron a parar a la cárcel menos él, quien no calculó la pasta de la cual está hecho Iván Cepeda que lo terminó llevando a la condena, luego de un proceso que duró 13 años e inició paradójicamente con una denuncia del hoy condenado.
El fallo histórico del 27 de julio irritó a las hordas uribistas y hasta trumpistas que culparon a Petro, atacaron a la juez, que no ha sido defendida por las altas cortes, y han llamado a “destripar” a la izquierda.
Hace 20 años cuando el uribismo estaba en su techo gobernó con soberbia y a la oposición la burlaban cuando no la desaparecían, pero hoy como dijo Cepeda (a quien habrá que dedicarle una columna por su honestidad y valentía) la condena puede ser un punto de inflexión para transitar a un nuevo mecanismo de justicia transicional en el que digan la verdad no solo los ex combatientes, sino también los ex gobernantes, los medios corporativos de comunicación y los empresarios para esclarecer su participación en las atrocidades del conflicto armado interno, y así resetear un nuevo comienzo democrático basado en un acuerdo nacional que supere las violencias con el compromiso de toda la sociedad colombiana.
De lo contrario, se reciclaría la violencia inveterada de la nación.