Quien firma esta columna era estudiante de secundaria en el inolvidable Gimnasio del Pacífico cuando escuchó la noticia de la captura y posterior extradición de Carlos Lehder, uno de los narcotraficantes más temidos en la década de los 80 y sus historias contadas por la narrativa de la época maravillaba a los que apenas nos adentrábamos en la adolescencia y residíamos en sectores populares y vulnerables 100%.
Que en esa época alguien se atreviera a desafiar el estamento, diciendo que tenía la capacidad de pagar la deuda externa del país y luego conocer las mansiones y excentricidades que ostentaba el capo, llevó a que muchos pensáramos que ese camino era la alternativa para superar muchos de los males en ese estadío de nuestras vidas.
Estoy seguro que varios de los contemporáneos míos criados en los barrios del occidente de Tuluá buscaron ponerle fin a sus necesidades yéndose por el camino de las drogas y sé que algunos sobrevivieron, pero la mayoría sucumbieron víctimas de ese mal que se acentuó en nuestra sociedad, donde la idea del dinero fácil hizo carrera y prevalece en el tiempo.
Por eso hoy, cuando ya pasaron más de 30 años y el otrora poderoso integrante del cartel de Medellín volvió al país para “gozar” de su libertad, se me vino a la mente la famosa frase: “El poder para qué” pronunciada por el expresidente Echandía tras la muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, que desató una guerra atroz a lo largo y ancho de la patria.
Verlo hoy con las arrugas en su cara, la voz endeble y la mirada perdida en el horizonte me llevó a reflexionar sobre el afán de acumular bienes que se vuelven efímeros y desperdiciamos momentos valiosos en familia o con los amigos que ocupan un espacio en nuestro corazón y a quienes abandonamos por estar inmiscuidos en los afanes diarios.
Carlos Lehder, el poderoso, el temido, el que fue capaz de atreverse a someter al estamento de un país es hoy un “anciano” intentando disfrutar en los días que le queden lo que no vivió por culpa de la ambición y el deseo mal sano de querer ser dios.