#SOS Aguaclara. Para ponerme a tono con lo que pasa en el país he iniciado esta columna usando este Hashtag con la finalidad de llamar la atención del gobierno local, departamental y nacional para que de una vez por todas pongan sus ojos y direccionen sus acciones hacia este corregimiento y en especial los barrios que lo conforman, habitado por gente buena en una inmensa mayoría y que ven con tristeza como semana a semana son nombrados por ser escenario de hechos lamentables y repudiables como las muertes violentas de Santiago y David, dos nombres que seguramente en unos días olvidaremos o reemplazaremos con los de otros jóvenes, cuyas vidas se apagan en una danza de muerte y dolor que enluta a los hogares de familias tulueñas.
Es hora de dejar de lado los discursos y los anuncios para pasar a la ejecución de hechos tangibles y medibles que cambien de plano el panorama de una comunidad que desde hace varios años, ve como sus callejones y conglomerados que se han formado alrededor, se han convertido en tierra de nadie y donde las autoridades de policía solo se ven de forma profusa cuando asisten a la inspección técnica de un cadáver o un miembro mutilado, como se vivió la semana pasada.
Hoy da la sensación que en este corregimiento, otrora conocido por la producción de ladrillos y tejas, su rica producción agrícola, la cancha de fútbol (por fortuna ahora renovada) y la inolvidable caseta de Son Latino, hay territorios vedados a donde ni la autoridad entra y donde la gante desaparece como si fuera una especie de triángulo de las Bermudas.
Esa intervención debe ser integral y permanente por parte de las autoridades donde los programas sociales, la masificación de la práctica deportiva, la cultura, la salud y la educación se sientan en cada uno de sus rincones, tareas que deben estar acompañadas por la policía, el ejército, la fiscalía que desarticule las bandas delincuenciales que se campean por esta zona y que han hecho de Aguaclara y sus barrios noticia nacional. Acciones, no palabras reclama la ciudadanía.