Hoy sábado 15 de junio se dará una de esas noticias que desearía ganara trascendencia nacional y que los grandes medios apuntaran sus reflectores hacia el corregimiento de La Moralia, paradisíaco lugar de la montaña tulueña donde la Agencia Nacional de Tierras hará entrega oficial de la Zona de Reserva Campesina, símbolo del trabajo, la templanza y persistencia de los hombres y mujeres que han afrontado y siguen afrontando con valentía todo tipo de dificultades.
La Zona de Reserva Campesina es el sueño de una región que en las últimas décadas han estado bajo el fragor del conflicto armado y enfrentando las ráfagas de los diferentes grupos al margen de la ley e incluso del propio Estado que en muchos momentos ha cohonestado con la delincuencia.
A esta fecha y a ese magno acontecimiento le hace falta la voz, la opinión y los comentarios de un hombre con aspecto citadino pero montañero como ningún otro, de posturas fuertes y quien creía firmemente que solo la organización de la comunidad podía lograr transformar la sociedad.
A la Zona de Reserva Campesina de Tuluá le hace falta la voz de Alejandro Forero Valderrama, el joven activista de derechos humanos asesinando hace un año en un centro comercial de Tuluá ante la mirada incrédula de los que a esa hora estaban en el sitio.
Un año después de su abrupta partida extraño las llamadas a las cinco de la mañana o rayada la media noche para consultar mi opinión si subía o no a sus redes una opinión frente a los muchos temas que le gustaba abordar y aunque algunas veces logré el cometido, en la mayoría terminaba publicándolas aun sabiendo que muchas de esas cosas dichas eran una soga que se ataba al cuello.
No cabe duda que el Facebook que convirtió en su gran tribuna extraña sus disertaciones, sus videos con mirada crítica de los temas de actualidad o simplemente mostrando las calles por donde transitaba de regreso a La Marina la tierra que no quiso abandonar ni aun en los momentos más álgidos de su revolucionada existencia.
PD. Gracias a todos los que comentaron y compartieron mi columna en homenaje a mi “vieja” Laura. Seguimos en oración.