Aquí estamos de nuevo poniéndole el moño a otro año. En pocas horas y si Dios nos presta la vida le daremos el adiós a un 2022 tan lleno de desafíos, dificultades, cambios y claro está colmado de bendiciones.
En lo personal puedo contar que la vida que no se queda con nada terminó pasándome factura y, en un abrir y cerrar de ojos, pasé de despertarme al lado de una familia para hacerlo en una habitación donde lo que predomina es el olor a café mezclado con la soledad que por momentos disfruto, pero que a ratos duele, en especial cuando el desvelo rebobina los recuerdos.
También este año 2022 se llevó a varios amigos, algunos muy jóvenes y llenos de sueños y con quien construí proyectos de vida que de alguna manera marcaron el camino que hoy sigo entre teclas y letras intentado contar historias.
Fue un año donde el país decidió dar un giro a la izquierda (o al progresismo) para que no se molesten los puristas e iniciamos un camino que hasta el momento deja más incertidumbres que certezas, pues el presidente Petro no ha podido aun desprenderse del ropaje de la campaña y va de recinto en recinto planteando un modelo de país donde llueve leche y miel, pero que está ahogado con un dólar que no cede y una inflación con las fauces abiertas y que sin piedad se tragará el cacareado aumento del 16%.
Y como si fuera poco, este año y sus locuras probó la fe de dos amigos cercanos a mi corazón. Doña Nilsa López y John Jairo Gómez Aguirre, los dos a la par terminaron en la Clínica Imbanaco afrontando cuadros médicos complejos, pero que van superando poco a poco rodeado por sus familias y amigos. Los dos, tengo la certeza, saldrán victoriosos para que como dice don Eberth Aragón en Buga, sigan en la brega y en la lucha.
Al cierre de esta nota y por ser la última de 2022 solo me resta decirles gracias por leer estas líneas, compartirlas y criticarlas cuando a bien lo consideren. Que el Dios de la vida los premie y bendiga en el 2023.