Por estos días está de moda el apetitoso salchichón. Pero no es porque lo hayan mejorado o se haya descubierto una propiedad curativa ni nada por el estilo o que tenga más vitaminas y minerales que el agua pura o la leche misma, nada de eso.
Simplemente va a pasar a convertirse en una comida o un plato de lujo. Si sube su precio nada raro que ahora lo veamos en alguna receta gourmet o en la carta de elegantes y refinados restaurantes.
Aunque este es un producto que degustan principalmente o al menos lo que se cree, las personas de estratos socioeconómicos menos pudiente$, figúrense que “a todo señor todo honor”, dicen por ahí, pues según Wikipedia, “el salchichón es un tipo de embutido curado de origen griego y romano, típico de la gastronomía española y apreciado por sus características organolépticas. Se elabora con carne magra de cerdo y algún contenido de tocino. Se condimenta con sal y algunas especias tales como pimienta, nuez moscada, clavo o cilantro”.
¿Será que nos meten gato por liebre?, porque esas cualidades difícilmente se las encontramos a los salchichones que acostumbramos ver cual larga tira colgando en una tienda a la espera de que llegue el próximo parroquiano a comprar desde la módica suma de 500 pesos o normalmente los tres mil pesos de salchichón que, en muchas ocasiones, al menos así era en antaño, el tendero los medía con su uña puntiaguda, especializada y adecuada debidamente para esos menesteres.
Ahora en algunos sitios los miden con una especie de regla, por centímetros y así se van vendiendo. El salchichón hace parte de ese imaginario gastronómico popular y más que imaginario porque ¿cuántas hambres no ha calmado un buen pedazo de salchichón con pan o arepa? El salchichón es de esos productos que muchos consumen por necesidad, otros por antojo, pero al fin y al cabo, los impuestos, lo que se venga, difícilmente acabará con el deleite de un pedazo de salchichón, sean 500 o tres mil pesos, sea cervecero o no, frito o así como viene, salchichón es salchichón, o si no, pregúntenle a los que lo llevaban como merienda para el río o para los avatares de la pesca.