En días recientes, en Colombia la Corte Constitucional despenalizó el aborto hasta la semana 24 de embarazo. De todas formas, este tema es muy complejo y llegar a la precipitada decisión, tomó un largo tiempo y acalorados debates. Desde luego, las voces de apoyo o de rechazo frente a este suceso no se han hecho esperar.
Así, las primeras aluden que esta medida favorece los derechos de las mujeres, mientras que quienes se oponen a esta providencia, aluden que ésta vulnera el derecho fundamental a la vida. En el marco de este fallo, vale tener en cuenta que el aborto es legal en varios países comprendidos entre México y Argentina, solo por mencionar algunos territorios afines al nuestro, desde la perspectiva lingüística y cultural, entre otras.
Deseo manifestar que el propósito de esta columna no es fijar posición frente a tan controversial tema. Más bien, mi preocupación se centra en torno a lo que se podría y debería hacer para en lo posible, evitar el aborto.
En este sentido, una educación sexual transparente, debidamente fundamentada y monitoreada ha de iniciar en la familia y ha de constituirse en un eje vital para el sano desarrollo de los jóvenes. Esta educación debe continuar en la escuela, en sus diferentes niveles: primaria, secundaria y universidad.
En estas instituciones ha de convertirse en una disciplina transversal, como se dijo, con un sustento científico, acompañado de visitas a clínicas, hospitales y a instituciones de planificación familiar. Esto con el fin de que se pueda establecer un nexo coherente entre las clases teóricas y las implicaciones reales de un alumbramiento.
De esta forma, los jóvenes que decidan iniciar una vida sexual, tendrán elementos que les permitan llevar relaciones sexuales sanas y serias, amparadas en los respectivos métodos de planificación familiar. Estrategias como éstas no solo ayudarán a prevenir el aborto, sino también enfermedades de transmisión sexual.
Considero que políticas adecuadas en torno a este tópico, permitirán destinar el presupuesto que se pueda invertir en prácticas abortivas y en debates frente a las mismas, en otros renglones, como educación, deporte, cultura, etc., que mucho bien le han de hacer a la juventud.
Desde esta mirada, se podría decir que los niños y los jóvenes encarnan el futuro de la patria.