“A mí me habían prevenido que esta era una ciudad terrible, pero me encontré con todo lo contrario, un pueblo amable, con gente muy querida. Trabajé durante muchos años con excelentes colegas en el Hospital Tomás Uribe Uribe, al igual que con Álvaro Vásquez y otros profesionales de la salud de este municipio”, precisa el hombre que hoy vive sin afanes.
Precisamente allí, en urgencias de ese centro asistencial se jubiló y no faltaron las anécdotas y los recuerdos, como aquel día que estando de turno llegó una persona herida por mordedura de un perro en el rostro, lo tenía prácticamente destrozado. “Yo me dediqué a atenderlo durante varias horas, en ese tiempo había esa posibilidad, y el resultado fue tan positivo, que cuando vino un especialista desde Cali me felicitó por la reconstrucción facial que había hecho”, recuerda esculcando en su memoria, por demás intacta.
“Otro día estaba solo en urgencias, llegó una paciente y cuando salí a recibirla, me dijo: usted no, que me atienda otro médico. Minutos después vino a que la atendiera yo, porque el otro colega era muy temperamental, pero no lo hice, porque ya me había rechazado inicialmente”.
Igualmente, otra de las anécdotas tiene que ver con un hombre que llegó muy mal herido, estaba prácticamente muerto y el acompañante esgrimió un revólver y me dijo “si se muere lo mato a usted, le respondí, entonces máteme porque yo no soy Jesús de Nazareth”.
Asumió el reto
Arboleda Penilla tiene un concepto muy particular de lo que representó para él la profesión que hoy lo tiene pensionado. “La medicina fue una trampita que me puso mi familia. En esa época yo no tenía mucha seguridad en mí mismo, porque yo quería estudiar arte y mi papá un día se sentó y me dijo: preséntese a algo que valga la pena y yo le ayudo.
Entonces me presenté a medicina, con la seguridad que no iba a pasar y resulta que fui el segundo puesto en el Icfes del año 73 en casi todo el occidente colombiano”, añadió
“Ser médico, lo tomé con mucha seriedad, incluso fui monitor de anatomía en la Universidad, pero ahora que estoy retirado retomé el arte nuevamente y por eso estoy pintando”.
Y aunque a él en un principio no le gustaba la idea de ser médico, con el tiempo se consolidó en esta noble profesión al punto que hoy sus tres hijos siguen sus pasos, uno de ellos como Nefrólogo, una de sus hijas está en octavo semestre de Medicina y la otra es enfermera.
Una pasión guardada
Pero no podía ocultar su talento para la pintura. “Yo me llevaba la tablita a las urgencias para pintar cuando tenía tiempo. Inclusive regalaba los trabajos, los dibujos. Ahora sí estoy dedicado profesionalmente al arte”, comenta.
“En todas las actividades humanas, siempre se desarrollan especialidades y por eso me gusta principalmente pintar rostros, cuerpos, figuras”, sostiene este médico que vio en el arte su verdadera forma de ganarle espacio a la vida, a la soledad.
Pero en general es un amante de las lides artísticas porque también le gusta la música, especialmente los autores clásicos y se autode-nomina como uno de los fundadores de la ópera en Colombia, “pero de eso quedaron más amarguras y decepciones que alegrías”.
Hugo, antes de ingresar a la Universidad del Cauca, presentó ‘La Traviata’ en el Teatro Colón de Bogotá, ciudad en la que por ese entonces estaba radicado.
Su técnica
La que más utiliza es la del carboncillo y papel, porque el óleo, para su concepto, es muy engorroso. Mientras que al pastel saca un dibujo en dos o tres días. En cuanto al valor de la obra de sus manos, es importante, pero son muchas las pinturas o dibujos que obsequia.
“Yo he regalado muchos trabajos, muchas veces el pago son los materiales para trabajar, pero normalmente, uno de mis dibujos lo puedo vender en hasta un millón de pesos”, indica.
“Muchos dicen que yo soy un loco, porque cuando era joven consulté a un psiquiatra que me recetó antide-presivos, entonces para muchas personas sigo siendo un loco… Me cuido, me considero muy joven, fumo pipa y me gozo la soledad”, puntualiza al tiempo que guarda en su bolso un cartapacho de bocetos.
“A mí me aburría mucho que me dijeran qué tenía que hacer, pero lo que recomiendo es hacer lo que queramos, lo que se nos venga en gana sin perjudicar a nadie, hacer lo que nos gusta es lo más importante”, concluye.