Ariel, a quien los trujillenses bautizaron como “Tremendo”, llegó a esta población en el año 1965 cuando fue trasladado desde el municipio de Ulloa a la escuela Francisco José Olaya y desde entonces decidió quedarse en las tierras cafeteras donde lo acogieron como uno más, pues por esas calendas los maestros y lo curas eran toda una celebridad.
Recuerda con gracia como cuando le notificaron el traslado, no sabía a ciencia cierta a dónde arribaría, pues Ulloa en esa época era un pequeño villorrio e imaginó que Trujillo sería algo igual.
DATO: En el año de 1965 arribó a Trujillo sin pensar que con el tiempo se convertiría en un personaje público.
“Cuando abordé el bus, le advertí a la gente que venía para Trujillo y fue eso lo que me salvó de no haberme bajado en Riofrío, pues la gente muy querida me indicó que faltaba aún mucho tramo”, comenta nuestro invitado.
Esculcando su memoria, Ariel recuerda el Trujillo de antes con algo de nostalgia, pero al mismo tiempo advierte que hoy está muy bonito y que se le ha visto el progreso en los últimos años y por ello está decidido, si el Dios de la vida no dispone otra cosa, a morir en esta tierra, donde un grupo de ciudadanos le regaló una casa para que pase sus días con tranquilidad en la apacible y tranquila vereda La Cristalina.
El origen del apodo
Aunque en una entrevista para el sitio Crónicas de Trujillo el profesor Ariel refirió que la chapa de “Tremendo” se la había puesto su señora madre por los comportamientos de niño travieso e hiperactivo, también asegura que fueron los trujillenses los que lo bautizaron de tal manera.
“Cuando llegué a enseñar me encontré con unos niños bastante peleoneros y entonces yo les llamé la atención y les dije: ´Vea Lubín, si usted sigue de tremendo peleando va a perder el año conmigo´ y al día siguiente llegaron llamándome buenos días profesor “Tremendo” y de a poco se fue volviendo común que me llamaran así”, recuerda el octogenario docente a quien muchos lo reconocen como el profesor que les marcó la senda de sus vidas.
Poderes especiales
Ariel Giraldo Hoyos, quien nació en el municipio de Apía Risaralda, asegura que desde los seis años advertía de cosas que pasarían y al principio su madre no le creía, pero cuando todo se volvía realidad, solo decía con algo de asombro ¡qué hijo tan tremendo!
Esa cualidad de vidente lo ha llevado a predecir muchas cosas, entre ellas la incursión de la guerrilla en Jamundí, una pelea callejera de la que advirtió ocho días antes en esta población, y un desastre natural en el municipio de El Águila.
“Ese don lo empecé a desarrollar en mi casa cuando anticipaba las visitas de los familiares o de situaciones que se iban a presentar”, dice Giraldo Hoyos, pero afirma que nunca explotó esa cualidad con fines económicos.
Aguardando la pensión
Esta parte de la historia de Ariel Giraldo Hoyos guarda cierta similitud con la suerte del personaje del Coronel no tiene quien le escriba, la célebre obra del nóbel Gabriel García Márquez, con la diferencia que el profesor trujillense no tiene esposa y en vez de un gallo de pelea lo acompaña “Negro”, su fiel compañero.
Y es que de acuerdo con su relato, fue docente durante 24 años continuos y al hacer la sumatoria del tiempo trabajado más lo dispuesto por la ley 50′, que permitía que con 50 años y 20 de servicio los docentes se jubilaran, es un logro que no ha podido alcanzar.
“Yo llevo más de 20 años en esa lucha, pero la verdad es que no sé qué pasó pues parece que todo lo que se le pagó a Cajanal y al Seguro Social se hubiera perdido”, dice el educador que conserva su visión y oídos intactos pues a su edad no usa lentes y escucha a la perfección.
Con una paciencia parecida a la del coronel macondiano, “Tremendo” sale casi todos los días al pueblo y aunque no va al correo para ver si le llegó la consabida carta con las noticias de la pensión sí se pasea por el parque y ocupa una de las bancas de cara a la torre del templo que rinde veneración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Mientras esa notificación aparece, dice que continuará recorriendo el poblado evocando sus días de profesor y recordando a sus estudiantes que le dieron brega o se destacaron en las aulas de clases y que como cosa particular no olvida a pesar de los años que han pasado.
Por fortuna los trujillenses que en el año 1965 lo acogieron como su docente lo siguen admirando y por eso tiene un techo digno, la comida no se le embolata y todos los respetan y admiran por su vitalidad.