Tenía solo 12 años de edad cuando acciones violentas, que se registraron en la región que habitaban a finales de la década de los 50, obligaron a la familia a darle un brusco giro a su destino.
La situación no fue fácil para los Salgado y mucho menos para el patriarca, un campesino que nunca pudo ubicarse laboralmente en la ciudad.
Los inicios…
Cuando aún adelantaba estudios en el Colegio Industrial, a su casa iba un primo que era fotógrafo, de nombre Silvio, a invitarlo para que lo acompañara a sus actividades sociales y, luego de insistirle por lo menos durante seis meses, pues no mostraba entusiasmo, le dio el sí que le cambió su forma de vivir.
“Una tarde Silvio se tomó unas cervecitas y no pudo atender la fila de clientes que lo esperaban para retratarlos, entonces pedí la cámara, recibí un par de instrucciones y por primera vez accioné el disparador”, rememora don Hugo, quien reconoce que con esos primeros ‘click click’, empezó su nueva historia.
Sinembargo, también recuerda, que esas primeras imágenes eran planas, captadas contra una pared. “Es que en esa época las medidas eran artesanales, por ejemplo, para tomarle la foto a un niño había que dar un paso atrás y si era a un grupo, era paso y medio; aún así, sólo hasta que revelábamos el rollo nos dábamos cuenta cómo quedaban las imágenes y en la mayoría de los casos, los cuerpos quedaban cortados”, dice sonriente.
Dato: Ya son 53 años de trayectoria y a través de retratos cuenta la historia de la Villa de Céspedes y sus moradores.
El rebusque en ese entonces era en la calle, razón por la cual duró cerca de 10 años en el antiguo Parque Bolívar.
Luego se ubicó frente al antiguo Almacén Ley, donde hizo foto cine, captando imágenes al azar de gente que pasaba por el sector. “Eran fotos de 5×7, todas a blanco y negro”, enfatiza orgulloso don Hugo, quien además cuenta que otra forma de aprender fue visitando las ferias de los diferentes municipios, en donde cada impresión lograda le enseñó cómo hacerlo cada vez mejor.
Pero en este proceso de aprendizaje cometió varios errores que dejaron sin recuerdos visuales a uno que otro matrimonio y algunos cumpleañeros.
“Por error de flash, de cable, o lo que fuera, más de un rostro, una boda y un evento se quedaron sin registro porque cuando llegaba a revisar las fotos impresas, solo veía imágenes oscuras; es una sensación terrible echar todo a perder”, confiesa.
Pero luego llegaron las cámaras digitales, que permiten revisar el trabajo que se está desarrollando, y también los celulares, que en la opinión de don Hugo, por un tiempo desplazó el trabajo de los fotógrafos.
“La gente empezó a entender que no es lo mismo una imagen impresa, bien tomada y conservada en un álbum que una foto en un celular que se puede perder”, expresó este veterano profesional al tiempo que reconoció que estos dispositivos les enseñó a los fotógrafos el tipo de imágenes que la gente quiere conservar.
Su primera cámara
Como no tenía una cámara propia para poder efectuar su trabajo, tomó la decisión de pedirle prestada una, de marca Rollei, a un colega con el que laboraba en la calle.
“Ese día me fui de casa en casa por el barrio Sajonia ofreciendo mis servicios y me fue tan bien que, con lo que recogí en plata, me compré mi primer equipo de fotografía”, recuerda con satisfacción.
Don Hugo tiene varios referentes y de diferentes épocas que le han servido de inspiración y a los que les agradece su pasión por la labor. Entre ellos está Ismael Zabala, Humberto y Germán González, Carlos Lora, Foto Mares y Foto Tuluá
Por supuesto en esta lista también están Julio y Rodrigo Díaz, Hugo Alegría, Foto London y Julio Tangarife.
Pero tal vez la persona que más admiró en este campo fue a Marné Roldán quien, en su opinión, siempre tuvo el concepto claro para retratar a la sociedad tulueña.
Ha sido tan gratificante el oficio de fotógrado para él y su familia que sus sobrinos Andrés y Johana heredaron el talento y hoy se dedican a la misma actividad.
“Mi trabajo lo realicé por mucho tiempo con mi hermano Helio, el de Artes Fotográficas en el edificio Bancolom-bia, ellos son sus hijos y lo hacen con qué profesionalismo que ahora son los que me enseñan”, expresa con mucho orgullo.
Se puede vivir de la fotografía
Este amante de la naturaleza y la pesca deportiva no desconoce que los grandes cambios que han llegado con la tecnología, además de la competencia, han generado grietas, pero es un convencido que el sello personal que siempre le ha imprimido a su trabajo lo ha hecho perdurar en el tiempo.
Y es que Foto Salgado se ha caracterizado siempre, inclusive en las épocas en que se debía hacer a mano, por su habilidad a la hora de retocar las imágenes.
“Corregía con pincel en mano las imperfecciones, arrugas, cicatrices y los detallitos que el cliente quería eliminar.
La primera parte la hacía con pincel directamente en el negativo y las imperfecciones oscuras se retiraban con cuchilla barba roja, porque fotógrafo que se respetara en esa época la usaba, finalmente se organizaba con lápiz especial”, explica este coleccionista de fotografías de paisajes.
Don Hugo, también es uno de los miles de perjudicados con los estragos que ha causado la pandemia, los mismos que lo llevaron desde el mes de mayo a trasladar los estudios a su casa, ubicada en el barrio Príncipe.
“Podemos cambiar la forma de hacer las cosas pero serán siempre las fotos las que terminen de contar la historia, sin palabras”, asegura.
Mientras espera que la vida se normalice, para poder disfrutar nuevamente de diversas actividades, como por ejemplo practicar el ciclismo y compartir con su hija Lina Victoria, Hugo Salgado sigue contando la historia tulueña a través de miles de imágenes.