Sin duda son pocos los que nunca lo han visto por las calles de Tuluá izando el palo de madera, el mismo de las esponjosas golosinas color rosa y con una calcomanía que pocos detallan, pues lo que interesa es quitar la bolsa plástica que lo recubre y sentir como el azúcar se derrite en la boca con la sensación de tener “pegachentas” las mejillas.
Los de antaño recuerdan que este algodón se compraba a los artesanos que iban por las calles con la máquina de algodón que tenía un motor ruidoso y una ponchera ya acabada por la mezcla.
DATO: Cuatro décadas lleva viviendo en la ciudad de Tuluá y casi el mismo tiempo vendiendo algodón.
Era una experiencia ver girar los hilos de azúcar hasta formar una especie de nube esponjosa y deliciosa al paladar.
De la tierra a las calles
Héctor de Jesús el pasado 29 de diciembre cumplió los 60 años de edad, nació en las montañas riofrienses y lo primero que le enseñaron sus padres fue a trabajar en la tierra; pesadas y extensas jornadas que le hicieron un día pensar: “hasta aquí llego yo, es muy duro trabajar con el azadón”, empacó un par de cosas y se dio a la aventura de valerse por sí solo.
De eso ya han pasado 40 años, los mismos que lleva en el Corazón del Valle que siente como su casa.
Inicialmente vendía helados por las calles pero alguna vez le dijeron que la venta del algodón era un mejor negocio y decidió ensayar.
Héctor vive pagando arrendo y su vida, a juzgar por lo que dice, no es distinta a como la planeó en sus mejores años, pero sigue soñando, luchando y sobre todo trabajando en algo que lo podría hacer merecedor a una media maratón de marcha o caminata.
Su rutina diaria la empieza en San Antonio, donde recoge el producto ya terminado, de allí se viene hasta la calle 25, y emprende una caminata diaria que lo lleva a los diferentes sectores del centro donde están la mayoría de sus clientes a los que atiende con la formalidad que su ancestro paisa le indica.
Ese peregrinar lo lleva al final de la tarde hasta el barrio Alvernia, que podría decirse es su destino final.
¿Cuál es el mejor sitio para la venta?
“Eso no tiene consistencia.
Un día nunca es igual al otro y yo diría que un sitio es mejor que otro; hay sectores que puede reducir el recorrido pero todo eso depende de los clientes y de lo mucho que yo esté dispuesto a caminar”, afirma este caminante que muy pocas veces come del producto que comercializa desde hace cuatro décadas.
Los días de cuarentena
“Fue una de las épocas más duras. Sin gente en las calles, sin niños en los colegios era muy difícil saber cómo sobrevivir al día siguiente, la verdad, la ayuda de gente que a uno lo conoce, fue importante durante ese tiempo”, afirma Martínez con un asomo de cansancio en sus ojos.
Héctor no se casó, no tuvo hijos, sólo tiene una hermana que vive en Santa Rosa de Cabal y todos los amigos que se ha podido hacer en las tierras tulueñas.
Su espíritu sigue siendo tan aventurero como en los años de su juventud, por eso recorre las ferias de pueblos que, sin duda, le mejoran mucho las ventas y así lo ha hecho durante varios años en los municipios aledaños como Andalucía o Bugalagrande pero siempre su brújula le marca su regreso a Tuluá, la tierra donde ha estado la mayor parte del tiempo
Héctor habla rápido y quisiera como en pocos minutos resumir la historia de su vida. Le han sucedido muchas cosas negativas pero la única que se le vino a la mente fue una feria de Buga cuando le robaron el producido y el producto y tuvo que hacer un gran esfuerzo para conseguir el pasaje de regreso a Tuluá.
Lo bueno para él de estar solo es que tiene sus propios horarios, maneja su tiempo.
“Salgo a cualquier hora y regreso cuando así lo considero”, precisa este comerciante de la informalidad.
Diariamente sale con un total de 20 algodones en el palo que porta con orgullo y cada una de sus golosinas tiene un costo de dos mil pesos.
Preguntarle qué piensa del futuro como que no es el interrogante para él, sabe que se despierta cada mañana y se levanta lo necesario para sobrevivir, mientras siga siendo así, hacer planes como que no es lo suyo, algo que sí espera le llegue algún día es la ayuda del adulto mayor, actualmente no obtiene ninguna.