Es madre de tres hijos: Ariadni, José y Camila Hernández, de 17, 15 y cuatro años de edad, respectivamente, a quienes diariamente despacha para el colegio, a eso de las seis de la mañana, casi a la misma hora en que ya están a fuego lento las ollas con el agua y los ingredientes del menú del día.
A Tuluá llegó de la mano de una hermana que ya estaba residiendo en el Centro del Valle, laborando en un negocio propio de venta de repuestos de electrodomésticos. Con el paso del tiempo, ella decidió trasladarse hasta Sincelejo pero Ana Carolina quiso quedarse en Tuluá.
DATO: Ana Carolina es madre de tres hijos de 17, 15 y cuatro años de edad y reside en el barrio Departamental.
“Somos un grupo familiar muy grande y aquí en esta maravillosa ciudad habitamos ocho, incluso mi mamá está también aquí”.
Ana reside junto a su esposo e hijos en el barrio Departamental, donde él, quien es experimentado en el arte de la ebanistería, siguió con el negocio de la venta de repuestos de electrodomésticos, que lograron montar con el apoyo de su hermana y su cuñado.
Venta de almuerzos
Sin embargo, la señora Castillo Lara no se queda quieta. Desde hace más de tres años tiene un empren-dimiento con el que apoya la economía familiar y, además, sirve para el desvare de algunos de sus paisanos, otros ciudadanos de nacionalidad venezolana y algunos tulue-ños que consumen sus productos.
“Mi hermana empezó vendiendo arepas, tinto, a veces nos pedían arepa venezolana, pero no se puede preparar como tal, porque saldría carísima, casi a 10 mil pesos”.
Junto a su cuñada, hermana y su propia madre, vendían bastantes almuerzos y productos en el Parque Boyacá. “Nos iba super bien, eso fue antes de 2020, porque cuando llegó la pandemia y cerraron el parque por temas de bioseguridad, pues se nos complicó un poco la situación”.
El retorno
Fue tan complicado el tema económico, que decidió irse para Sincelejo, donde su hermana, pero las cosas no resultaron como esperaba. “No soporté el calor que hace allá, así que retorné, y empecé de a poco a recuperar la clientela. Como el Parque Boyacá estaba cerrado, me empecé a ubicar por la orilla del río, donde parquean los taxis (carrera 30 entre calles 26 y 27). Sin embargo, tuve algunos inconvenientes porque funcionarios de espacio público me dijeron que no podía hacerme allí, en ese lugar”.
Ana Carolina decidió trasladarse entonces a un costado de la Biblioteca Pública Daniel Potes Lozano, aclarando que ella no está fija todo el tiempo en un mismo lugar. “Yo llego hacia las 12:30 del mediodía con los 20 almuerzos que en promedio vendo diariamente, a la una prácticamente ya no me queda ni uno.
A través del whatsapp o de llamada de celular, ellos me los encargan, entonces llego prácticamente a la fija. Luego empaco y dejo limpio el sector en el que nos hacemos y cojo los termos que traigo con café y empiezo a recorrer el parque y algunas calles del centro vendiendo tinto”.
El menú
Por solo seis mil pesos la clientela se chupa los dedos con los productos que diariamente ofrece. Por ejemplo, uno de los menús que más le solicitan sus paisanos venezolanos es el que está compuesto por las famosas ‘caraotas’ (que son los fríjoles negros), muy popular en el vecino país, espaguetis, costilla sudada o cerdo frito y ensalada.
“Es el típico pabellón, que lleva caraota, carne desmechada, arroz, huevo frito, tajadas de plátano y queso”. Ese es uno de los platos que más le solicitan sus paisanos e incluso algunos colombianos.
“Cuando traigo esos menús venezolanos, el costo es un poco más elevado, porque la carne es más costosa”.
Sin embargo, Ana Carolina sostiene que ha aprendido también a preparar algunos de los platos que más se venden en esta región, o que su clientela tulueña le pide, como la sopa de menudencias o el caldo de costilla, por ejemplo.
“Es lo más económico que puedo ofrecer, porque además lleva mucho trabajo. La cocina requiere de mucho tiempo. Otra de las comidas venezolanas que les gusta a los tulueños es la chicharronada (Chicharrón carnudo, huevos, cebolla, tomate, ajo, ají dulce) que por cierto llevo varios días sin prepararla”.
La clientela
Hay un grupo de personas que laboran informalmente vendiendo distintos productos por las calles tulueñas, que casi sagradamente, al mediodía se dan cita con sus carritos o dispensadores móviles y chazas, para descansar y esperar, con ansia y mucho apetito, la llegada de esta amable y trabajadora mujer venezolana, que no solamente les calma la fatiga sino también sus antojos culinarios.
Entre ellos se encuentran Víctor, doña Cenith Rizo, que vende medias, calzoncillos, boxers, o paisanos de Ana Carolina como Víctor Rojas, quien lleva tres años en Tuluá, oriundo de la región de los Llanos en Venezuela; o Joel Cova, nacido en el estado de Aragua.