En medio del ataque, dicen las mismas autoridades, una de las balas asesinas impactó, al parecer de manera accidental, contra la humanidad del joven Santiago Álvarez Maya, de 16 años, quien a esa hora atendía en el establecimiento.
De inmediato, ambos jóvenes fueron trasladados a diferentes centros asistenciales de esta ciudad, donde minutos después se notificó el fallecimiento de Martínez Bedoya.
Mientras tanto, los familiares de Álvarez Maya se aferraban a la esperanza de que los médicos pudieran salvarle la vida pero infortunada-mente, a las siete de la noche de ese mismo día, su cuerpo no resistió y murió.
Jhonatan era futbolista, hacía parte del equipo de la fundación Unidos por Tuluá desde aproximadamente siete años donde, según Jessica Ponce, integrante de la fundación, se destacaba por su liderazgo, alegría, amor por el fútbol y compromiso.
Igualmente se estableció que su madre, que reside en el exterior, no pudo encontrar vuelo de regreso para despedirlo en su última morada.
El joven vivía en esta ciudad con su abuela y una tía, era el menor de dos hermanos y adelantaba el sexto grado en el Liceo Moderno.
El drama de la otra familia
Ese lunes festivo Santiago ayudaba en el negocio familiar cuando, de manera infortunada, resultó lesionado con una de las balas que segaron su vida horas después.
Para sus allegados se trataba de un joven carismático, tranquilo, que creció en una familia numerosa de seis hermanos, uno de los cuales había fallecido hace año y medio.
Así mismo, Álvarez Maya era hincha del equipo América de Cali y tenía gran pasión por los caballos, hobby que disfrutaba mucho, pues cuando tenía la posibilidad de salir a montar lo hacía.
Este menor de edad le había comentado a su familia que otro de sus grandes sueños era convertirse en un gran chef para tener la posibilidad de recorrer el mundo.