La cadena de sucesos se inició antes del mediodía del sábado cuando sicarios atacaron a bala a una pareja que, a bordo de un vehículo, transitaba a la altura del barrio Sajonia. Minutos después se pudo establecer que una de las victimas era el agente de tránsito Johnny Alexander Castaño Gómez, quien lucha por sobrevivir en una clínica de la región.
Johnny Alexander Castaño Gómez
Apenas las autoridades acordonaban la escena la zona aledaña al parque Las Acacias, cuando los delincuentes accionaron sus armas y atentaron contra César Augusto Hernández Londoño, otro agente de la Secretaría de Movilidad, quien falleció cuando llegaba a un centro médico de la ciudad.
César Augusto Hernández Londoño
La espiral del caos que ya recorría la ciudad llegó hasta el sector de la Virgen de Aguaclara donde los ángeles de la muerte segaron la vida de Jhon Jairo López Escobar, de 53 años, un reconocido mecánico de profesión, cuyo cuerpo quedó tendido en el lugar.
Jhon Jairo López Escobar
En el hecho, una mujer de nacionalidad venezolana y un menor resultaron lesionados.
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Los tres atentados sicariales eran la punta del iceberg de una noche del caos que se avecinaba, pues los delincuentes en una acción premeditada y planeada empezaron a quemar taxis en diferentes sectores de la ciudad y los bomberos fueron insuficientes para atender los llamados múltiples de los barrios Escobar, donde intentaron incendiar una Tienda D1, Las Veraneras, Príncipe, Portales del Rio, El Centro, La Esperanza, Aguaclara, Diablos Rojos, sectores donde los delincuentes quemaron taxis y dos carros particulares; en total nueve.
Llegaron las medidas
La primera en reaccionar fue la gobernadora Dilian Francisca Toro, quien desde su cuenta de X dijo que los delincuentes actuaron violentamente por la presión de las autoridades y la captura de sus cabecillas, anunciando la militarización de la ciudad.
Minutos después el alcalde Gustavo Vélez, a través de un video colgado en las redes sociales de la Alcaldía, anunció el toque de queda y se inició la intervención militar y policial que de apoco le devolvió la tranquilidad a la ciudad que pasó del bullicio y la rumba tradicional de los sábados a tener calles vacías y silenciosas, como las de un pueblo fantasma.