¿Por qué la película colombiana Lavaperros muerde con fuerza en Netflix?
El director Carlos Moreno comentó que su nueva película Lavaperros lleva al espectador a hacer suposiciones erradas. Y tiene razón, ya que se trata de un relato que fácilmente se podría cubrir con el manto de ser una historia de narcos. Tiene eso, claro, o que se trata de una comedia con cierto aire costumbrista y mucha violencia eso también está en su narrativa; pero lo cierto es que esta película que acaba de estrenar Netflix tiene algo más.
¿Pero qué puede tener la historia de un traqueto que está en la mala y que encara su decadencia cayendo a un abismo de excesos, que no sea algo que ya se ha visto? En realidad Lavaperros es una radiografía de una sociedad colombiana fanática del dinero fácil, que vive entre la mentira y la fantochería y que no tiene ningún problema en arrastrar a quienes están en la escala más baja de un esquema de poder, ya sea el narcotráfico o un adolescente ahogado en una deuda que pone en peligro sus valores con tal de cambiar la situación.
Como lo hizo en su primera película Perro come perro (2008), Carlos Moreno ofrece un ambiente un poco sórdido, con personajes que rayan en la caricatura, pero que en realidad asustan por la brutalidad con la que responden cuando la vida los pone contra las cuerdas. Don Ómar es un mafioso que le debe plata a un colega y esa situación desencadena una serie de hechos que llevan al espectador de la carcajada a la tensión.
La vida no vale nada, vale más la plata o la imagen de poder. Hay un juego de palabras en eso de bañador de perros como Bobolitro un personaje con cara de matón que está enamorado de una prostituta y que además de lavar a los canes en la casa de su jefe en problemas, le reza a Jesús y está alerta ante la mirada de un par de policías que representan un poco la desidia de las autoridades, que entre chiste y diálogos muy divertidos están al acecho de los maleantes que dan forma a la historia.
La caricatura poco a poco se va difuminando para dar paso a una trama tensa, brutal y claramente crítica e irónica donde los perdedores que se creen los más poderosos revelan lo peor de su naturaleza dando paso a una estela de violencia inusitada y claramente innecesaria en el contexto de Don Ómar (por ejemplo, pero no es el único).
Lavaperros es una película que atrapa, entretiene y por momentos sacude. Carlos Moreno logra imprimirle un ritmo interesante y consigue que la ironía le de otro aire a la cruda realidad que encierra la producción. También es bueno ese tono coloquial que consiguen sus protagonistas y, sobre todo el trabajo de Christian Tappan, quien consigue el papel de ese malandro con un poquito de poder que encanta y después aterra.
Tomado de El Tiempo