Pasó la celebración del Día de la Madre en Tuluá conocido por las autoridades como uno de los más violentos del año, pero sorpresivamente en esta ocasión no hubo ni un homicidio, ni tampoco riñas que abundaban en años pasados. Las autoridades se habían preparado de tiempo atrás para contrarrestar los posibles brotes pero no pasó nada, gracias a Dios….¡Ojalá que la tranquilidad esquiva en nuestro territorio continúe por muchos días más!
Ahora el esfuerzo de la policía deben enfilarlo a perseguir a los ladrones de apartamentos, fleteros y personas en las calles que siguen siendo el dolor de cabeza de los tulueños…¡Atentos, pues!
En Tuluá, especialmente en los barrios del occidente, se ha vuelto costumbre que los fines de semana las calles se conviertan en pistas ilegales de carreras de motocicletas, conocidas como “piques”…¿Será que son los mismo de siempre?
El Día de la Madre, uno de los días más violentos en Tuluá en otras oportunidades, en esta ocasión pasó sin un homicidio y cero riñas. ¡Felicitaciones!
Esta práctica no solo pone en riesgo la vida de quienes participan, sino también la de peatones y vecinos que transitan por el lugar. A pesar de los esfuerzos de las autoridades por detener estos actos, los resultados han sido mínimos y la problemática persiste…¿Las multas acreedoras a los infractores las harán efectivas o están llegando los «padrinos» para que esto no ocurra?
La situación refleja una preocupante normalización de la ilegalidad, una falta de cultura ciudadana y una clara debilidad institucional para garantizar la seguridad y la convivencia….¿O será que tendremos que acostumbrarnos a vivir bajo este despelote?
Además del peligro evidente, estas carreras afectan la tranquilidad de los barrios, generan ruido excesivo y crean un ambiente de inseguridad constante. Es urgente una acción más decidida que combine control, sanción y educación vial para frenar este fenómeno antes de que cobre más vidas…¡Llegó la hora de ponerles el tatequieto a los desobedientes de la normas de tránsito!
La orilla del río Tuluá en el centro de la ciudad se ha convertido en una zona para botar lo que sobra de los recicladores.
La carrera 28 entre calles 28 y 34, centro de la Villa de Céspedes, es el lugar predilecto de los recuperadores ambientales para escoger su material que van a los centros de reciclaje, pero lamentablemente el sobrante es arrojado al río, aportando al desdibujamiento de la imagen de la ciudad.. ¡No hay derecho, carajo!
Este escenario lamentable pone en evidencia la falta de control y conciencia ambiental en nuestra ciudad. Este corredor, que debería ser un espacio limpio y atractivo, ha sido tomado por recuperadores ambientales que, si bien cumplen una función importante en el reciclaje de materiales, están dejando a su paso una estela de desechos que no solo afean el entorno, sino que afectan directamente al río, en cuyas orillas terminan los residuos que no les resultan útiles…¡Todos se preguntan si la policía ambiental se fue de Tuluá!
Esta situación es doblemente preocupante si se considera que allí se encuentra el museo peatonal, una propuesta cultural y turística que, en lugar de destacar por sus obras y mensajes, hoy luce opacada por el abandono, el deterioro y la acumulación de basura…¡Qué pesar!
Lo que debería ser un recorrido inspirador por el arte urbano y la memoria ciudadana, se ha transformado en una postal triste de descuido y falta de gestión.La responsabilidad no recae únicamente en quienes tiran los residuos. También es urgente que las autoridades ambientales y de ornato tomen cartas en el asunto…¡Manos a la obra!
Se requiere una acción articulada que incluya vigilancia, pedagogía ambiental, reubicación de los puntos de reciclaje y mantenimiento del museo peatonal. No se trata solo de limpiar, sino de recuperar un espacio público que pertenece a todos y que podría ser un referente positivo para propios y visitantes…¡Es uno de los lugares más bonitos de la Villa de Céspedes!
¿Qué estará pasando en el municipio de Restrepo que la primera dama, sobrina del alcalde, renunció por diferencias irreconciliables?…¡Añañaiii!
El llamado es claro: la carrera 28 no puede seguir siendo un botadero a cielo abierto. La ciudad merece espacios dignos, y el río, tantas veces agredido, exige respeto. Las autoridades tienen la palabra, pero también la ciudadanía debe sumarse con compromiso a esta causa ambiental y cultural.
Preguntas pendejas. ¿Cuáles serían las «diferencias irreconciliables» que existieron entre la gestora social del municipio de Restrepo, Yudi Mejía, que la obligaron a presentar su renuncia al cargo donde su tio Luis Ortega es el alcalde?
¿Qué ha pasado con la publicitada apertura de la calle 26 que uniría el centro y occidente de Tuluá que nadie ha vuelto a decir nada? ¿Para cuándo?
Los moradores del condominio campestre La Colina, al norte de la ciudad, se han venido quejando por el mal servicio y calidad del agua que les está llegando a sus casas. La molestia ya se ha convertido en un dolor de cabeza que esperan sea solucionada en el menor tiempo posible…¡Para vivir sabroso!