La historia de este yotocense se remonta al 25 de diciembre de 2006 cuando después de una noche larga de rumba y fiesta decidió seguir la parranda, desatendiendo el consejo de su progenitora, quien con el poder especial que solo ellas tienen, le pidió en varias ocasiones que no saliera más, que se quedara descansando, pero ese llamado premonitorio da nada le valió.
Recuerda que ya fuera de casa se topó con los vecinos y amigos y tras tomarse algunas cervezas se contagió del sonido de la pólvora que se quemaba en ese día de Navidad y fue entonces cuando se encaminó hacia el taller de mecánica donde laboraba, pues allí tenía algunos elementos pirotécnicos y los quería quemar en un lote contiguo a su sitio de trabajo.
DATO: La familia fue pieza fundamen-tal para lograr su recuperación y no dejarse derrotar por la adversidad.
De ese momento, que se registró sobre las tres de la tarde, solo recuerda cuando ingresó al local y tomó el taco de pólvora y en una fracción de segundos una gran bola de fuego se abalanzó sobre él y sintió que su piel era bombardeada por centenares de agujas que la desgarraban sin piedad.
Cuatro días después despertó en la sala de un hospital y fue en ese momento, con la poca visión que le quedaba en el ojo derecho, que se dio cuenta le faltaba una de sus manos y solo podía escuchar las voces de sus familiares que en medio de alegría recibieron la noticia de su vuelta en sí, pues se dio mucho antes de lo esperado ya que según los médicos que lo atendían su despertar se daría en varias semanas.
Contacto con el más allá
Aunque tiene la certeza que no vio el famoso túnel que divisan quienes hacen tránsito hacia lo celestial, Johany Antonio, quien hoy tiene 40 años de edad, se casó y es padre de un niño de cuatro años, sí recuerda que en ese momento cuando dormía en medio del coma en el que entró por la gravedad de las heridas que sufrió, nunca estuvo solo y siempre se vio rodeado de gente de edad mayor que le trasmitía paz, sosiego con solo escucharlos hablar sin que le llegara un mensaje claro. Según lo relata, esa compañía fue desapareciendo y solo quedó en compañía de una mujer revestida con un manto, sentada en una silla y con las manos abiertas puestas en sus rodillas en posición orante.
Fue gracias a esa paz que su despertar no le fue tan traumático y le quedó la sensación que esos seres lo estaban preparando para la vida que debía afrontar a partir de ese momento, sin visión y sin su mano derecha.
Un hombre de fe
Aunque el diálogo para lograr los insu-mos que le dieran vida a esta historia urbana de EL TABLOIDE se logró vía telefónica, se hizo fácil identificar que al otro lado estaba un hombre sencillo y valiente que decidió ponerle el pecho a la brisa sin quedarse quieto o con la intención de buscar refugio en la lástima y por el contrario optó por aprender un arte y desde hace siete años, con el apoyo de su esposa, lidera una empresa que elabora y comercializa purificadores de agua a base de ozono, actividad que alterna con un local donde se reparan celulares y otros dispositivos.
Esa actitud de vida que lo acompaña la asumió, según él mismo lo cuenta, el día que despertó en el hospital de Cali y observó la imagen borrosa de su brazo al cual le faltaba la mano, la misma con la que días antes reparaba las motocicletas de sus paisanos.
Al encontrarse con esa nueva realidad hizo que Medina Moncada pensara en que era inevitable un cambio y se levantó de la cama mucho antes de lo presupuestado por los médicos y con una actitud de vida que hoy despierta la envidia de sus paisanos.
Como suele pasar en los momentos de crisis, Johany decidió conocer más de las cosas de Dios y por un tiempo se congregó en una iglesia donde su existencia dio un giro por completo.
Dos consejos
Aunque hoy ya no se congrega en ningún templo sigue siendo el Creador su mayor inspiración y con la experiencia vivida, se atreve a dar dos consejos a los más jóvenes: Obedezcan a sus padres y mucho más cuando la recomendación es no salir de casa y el segundo es alejarse de la pólvora, pues hoy entiende que ese elemento que los chinos inventaron con fines bélicos y que con el paso de los años se volvió de uso recreativo se convierte en una bomba en manos inexpertas y sumen en el dolor a familias enteras.”Yo hoy puedo contar el cuento, pero otros no han tenido esa fortuna”, enfatiza Johany.