En una reciente edición de un noticiero televisado se informó sobre la inflación que hace tránsito en nuestro país. Ya en otra oportunidad, el autor de esta columna, presentó el escenario preocupante, que en lo que concierne al costo de vida está afectando de manera seria el presupuesto de los colombianos. Ha de notarse que en esta ocasión, la referida inflación fue reconocida por el director del DANE. En conversación con el citado funcionario y con otros especialistas en materia económica, un reconocido presentador de noticias, pudo elicitar algunos de los factores que han causado el alza desmedida de una buena cantidad de productos, incluidos algunos de la canasta familiar. Entre tales factores, se pueden mencionar: el elevado valor del dólar y del euro frente al peso colombiano, el alza de los combustibles y de las tarifas de electricidad, entre otros. Por supuesto, los últimos ítems mencionados inciden de manera directa en el aumento del costo de los productos, debido a su rol fundamental para el procesamiento de los mismos. De igual modo, se hizo alusión a las protestas que tuvieron lugar en el pasado reciente, puesto que éstas obstruyeron el flujo de materia prima y de alimentos en general. Con este argumento, los comerciantes subieron los precios de un buen número de mercancías y así, tales precios se han perpetuado, a pesar del retorno a la normalidad. En el marco de este relato, me llamó la atención la afirmación de un economista, en cuanto que, según él, la referida alza afecta esencialmente a los ricos. Con estos asertos, pareciera ser que se quisiera sellar el oscuro escenario que afecta a la clase trabajadora. ¿Será entonces que los pobres están condenados a excluir de su dieta productos lácteos y cárnicos? Si antes de la mencionada inflación ya el panorama de dicha población era oscuro, ¿qué se puede decir ahora con los superprecios del pollo, del pescado, de la carne de res y de cerdo? Definitivamente alguien tiene que hacer algo y de manera urgente para frenar esta escalada alcista, porque de lo contrario morirá más gente de física hambre que de la misma pandemia. No es justo que las arcas de unos pocos, se llenen a costa del hambre y de las ya diezmadas finanzas de los trabajadores.