Es el nombre que permanece en la mente y preocupa a la mayor parte de la población de este país futbolero, con una afición que desborda la pasión, más allá de lo normal comparado con otros países.
Y es que el 10 de la selección Colombia, como la mayoría de las personas lo identifican, a pesar de que desde las directivas y cuerpo técnico hayan intentado desmitificarlo asignándole ese número a otros jugadores durante la última copa América y en las últimas jornadas de las eliminatorias a Qatar, quizá dando a entender que ya no se necesitaba de su juego, no lo lograron; lo cierto es que su presencia en el combinado cafetero es indispensable pues su influencia solo se notó después de 7 partidos consecutivos sin él logrando a duras penas el empate.
Solo por estadísticas se le debe tener en cuenta, a pesar de lo que digan sus detractores pues a todos ellos se les olvidó que James es centro campista y su función en cancha no es hacer goles ni bajar a la defensa, su función principal es servir de enlace y surtir a los delanteros de balones con trayectoria inteligente, no es más.
Sin embargo, si él puede hacerlo todo, que lo hace siempre que ha estado en la cancha, siendo el que ordena, el que pone la pausa o acelera, el que más se esfuerza y con su actitud amedrenta al rival, y les preocupa porque en cualquier momento sale su magia.
La estrategia con la que se deben parar en la cancha contra una selección con James es diferente, porque hay que marcarlo con dos o tres jugadores; y es ahí cuando se producen los espacios para que otros brillen con luz propia en su buen momento gracias a sus tiros libres, de esquina, o a sus asistencias.