De acuerdo con los detalles históricos de este producto, que se hace a base de harina de trigo, gelatina, frutas, colorantes, sus orígenes se remontan a los países Árabes, desde donde pasó a España, en el que recibieron el nombre de “Flores Manchegas” y era tal su trascendencia que Miguel de Cervantes Saavedra, en su célebre obra El Quijote de la Mancha, hablaba sobre unas hojuelas conocidas como Flores Manchegas; asegurando que la forma de “flor de cruz” de esta galleta se debía a la gran influencia que tenía la Orden de Calatrava fundada en esa región del Reino de Castilla en el siglo XII.
DATO: 1.000 y 1.500 pesos son los precios que tiene cada una de las galletas en sus cuatro presentaciones
Tras la conquista del territorio americano por parte de las fuerzas ibéricas llegó a los diferentes países y en territorios como México recibieron el nombre de buñuelos de viento y en Colombia el de solteritas.
Todo empezó en La Unión
La historia de Carlos Amado inició cuando atraído por las ganas de comer solteritas llegó a la fábrica artesanal de don Marcos Salgado, quien al ver el interés por el tema, que iba más allá del querer consumirlas, decidió enseñarle y entró al grupo de niños y jóvenes que las vendían en las calles de La Unión, población del norte del Valle de tradición mecatera.
Por eso recuerda con claridad que en el año 1972 siendo un niño las vendía a 10 centavos de peso, pero más que vender lo que más le gustaba era deleitarse.
“Andaba por mis ocho años y el estar todo el tiempo con don Marcos me llevó aprender cada uno de los detalles de la preparación y hoy puedo decir que aprendí el oficio bien y por eso tres décadas después sigo viviendo de ellas”, afirma el hombre que goza del reconocimiento y aprecio de los bugalagrandeños.
Un nuevo camino
Tras permanecer varios años al lado de su mentor, Aguirre Rodríguez decidió emprender un nuevo camino en Roldanillo y Zarzal, pero fue Bugalagrande el que lo atrapó, a tal punto que se quedó y construyó allí su empresa y junto a ella la familia que hoy lo acompaña.
“La verdad es que esta tierra es muy buena y me acogió de una manera tal que hoy me siento un bugalagrandeño más”, comenta el hombre que hace unas semanas nada más dejó de lado el triciclo que usaba y ahora recorre el pueblo de los ébanos en una motocicleta que tira del carrito amarillo, famoso entre sus paisanos.
Nuevo estado civil
Pero como en la vida todo cambia, las solteritas ya no son exclusivas, pues si el cliente lo prefiere las puede llevar casadas, separadas o viudas.
La solterita es la tradicional, la galleta con la crema; la casada es una pacha de dos galletas, la separada cuando son para compartir entre dos y la viuda la galleta sola.
“Ya el cliente decide cómo las quiere llevar, pues es un mecato poco empalagoso, moderado en su contenido y hecho totalmente artesanal, con la fórmula original de don Marco Salgado, de quien heredé la troqueladora con la que hago las figuras a las galletas”, precisa este comerciante vallecaucano que tiene entre sus clientes al exalcalde Carlos Taguado, que se deleita con las solteritas y al historiador León Pablo Walllens, quien va por la línea del ponche, otro de los productos que aprendió a preparar y cuya fórmula ha mejorado con el paso del tiempo.
Para Carlos Amado Aguirre la clave para llevar tres décadas deleitando a los bugalagrandeños está en el conservar la fórmula original, pero ante todo en el carisma para atender el negocio, pues una sonrisa es la puerta para que un cliente llegue, se antoje y compre para comer y para llevar.