Después de un mes de manifestaciones callejeras como demostración de un paro nacional que ha estremecido al país se pueden sacar algunas conclusiones que pueden dar un poco de luz sobre estos acontecimientos, que causan traumatismos de todo orden, económicos, sociales y políticos.
Lo primero que veo es la presencia de una multitud de jóvenes que perdieron la confianza total en las instituciones que nos han regido desde hace años, porque han descubierto que les han mentido, los han engañado y las promesas de los políticos no se realizan y si se hacen, la corrupción estatal y privada, las dejan mal hechas. Toda esta inmensa muchedumbre juvenil, está igualmente alejada de los sectores tradicionales sindicales, que ahora comprueban han trabajado solo para sus organizaciones y se convierten en instrumentos de poder político, pero no han mirado a la mayoría pobre de la población, basta mirar alrededor y es el común denominador.
Una respuesta del gobierno para las inquietudes de la juventud frustrada, es el anuncio de la creación de los comités juveniles regionales y municipales para que participen activamente en los planes de desarrollo y se conviertan en veedores de la gestión pública. Por algo se empieza, de lo contrario nadie detendrá sus ímpetus de lucha para ser escuchados y nunca jamás engañados. Ahora me pregunto: ¿Quién tiene una respuesta para esta juventud con síntomas de anarquía, que no cree en ninguno de sus mayores, en sus tradiciones y mucho menos en sus instituciones? Dios tiene la respuesta definitiva, pero como también se perdió la Fe conservada de generación en generación y estamos ante un paganismo radical, solamente un cristianismo radical, puede levantar de nuevo la esperanza de todos.