Es un hecho que la temporada de lluvias, como la actual, favorece el crecimiento de las plantas y con ello la cosecha de productos. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de las precipitaciones, causan inundaciones que asolan los cultivos, ocasionando hambrunas y pérdidas económicas para los agricultores.
De otra parte, los inviernos crudos ocasionan deslaves, los que a su vez fracturan carreteras y arrasan viviendas, especialmente aquellas construidas en los márgenes de ríos y quebradas. Por supuesto, se podria decir que estos eventos naturales son impredecibles, significado que se desprende de la estructura sintáctica de tal afirmación; sin embargo, una lectura semántica minuciosa de dicho enunciado provoca varias reflexiones.
Así, un catastro de viviendas situadas a orillas de corrientes fluviales, facilitaría la reubicación de dichas moradas en lugares más seguros. Esto ahorraría esfuerzos económicos, dado que cuando ocurren tragedias, las familias afectadas se deben trasladar con celeridad a lugares distantes de las zonas de desastre, hecho que dificulta una planeación adecuada de estas reubicaciones.
Con lo anterior, no se pretende desconocer los esfuerzos por parte del gobierno para prevenir estas tragedias, pero la recurrencia de éstas validan cualquier esfuerzo adicional para salvar vidas humanas que, a veces se desvanecen en medio del agua y del lodo. Vale recordar el refrán: Más vale prevenir que lamentar. Dos puntos complementarios. Uno: se ha de ejercer mucho cuidado con las licencias de construcción que soliciten los habitantes de zonas de alto riesgo, si es que las solicitan porque generalmente en estos sitios residen familias vulnerables.
En este último caso, se ha de ejercer una orientación y ayuda oportuna para prevenir adversidades y Dos: Se debe seguir trabajando en la necesidad de cuidar el medio ambiente para atenuar la severidad de los siniestros generados por la severidad del cambio climático.










