Gabriel estaba en un bar de Tuluá cuando fue abordado por varios hombres que, de manera insistente y en tono amenazante le pedían información sobre el paradero de su hermano y lo esculcaban buscando los fajos de dólares que suponían llevaba en sus bolsillos. Él, en su estado de alicoramiento, no sabía de qué le hablaban y fue días después, cuando la resaca apenas pasaba, que se dio cuenta que un hermano suyo se había encontrado una caleta llena de billetes verdes y que había repartido varios de ellos en la galería y su entorno.
La historia se inició en la vereda La Rivera en el año 2004, en una casa tomada en extinción de dominio y que le pertenecía al confeso narcotraficante extraditado a los Estados Unidos, Iván de la Vega Cavas. La vivienda se había convertido en en refugio de indigentes (palabra usada en la época).
En febrero de 2004 Rodolfo Gutiérrez Castrillón entró al inmueble pensando en llevarse lo último que viera: cables, accesorios, y dio con un sanitario quebrado en el que, para su sorpresa, encontró la caleta con una suma no determinada de dolares.
Llenó su costal de estopa con el dinero y comenzó un vertiginoso caminar por las calles de Tuluá y, de manera especial, por las aledañas a La Plazuela, la galería y el llamado barrio Chino. En este sector empezó a derrochar el dinero a manos llenas.
«El, en su carreta de reciclador, comenzó a repartir dólares. A unos les daba un atado a otros sólo un billete. A mí me ofreció pero no le quise recibir, pensé que eran falsos y que me traería problemas», relata una de las pocas personas que acepta haber visto el dinero y que se mantuvo, como los demás, en el anonimato.
Según lo relatado por los vecinos, «El indio», como era conocido, llegó a la vereda Cienegueta en medio de una romería, pues todos querían un poco de esa fortuna. La alegría duro poco, pues hombres armados llegaron hasta su humilde vivienda, se lo llevaron y, aunque regresó, días despues fue hallado sin vida en un paraje rural de San Pedro.
Para su sepelio fue necesario acudir a una colecta y solo medio centenar de personas lo acompañaron a su última morada.