Había que tener coraje para fundar un periódico en una ciudad donde los grandes medios llegaban primero. Había que tener visión para imaginar una voz propia en medio del estruendo centralista. Pero, sobre todo, había que tener historia, y José W. Espejo la tenía. Y Nilsa de Espejo, la mujer que lo amó, lo acompañó y luego lo sucedió, también.
Todo comenzó con la vida misma, cuesta arriba desde el primer día. José W. Espejo nació el 28 de septiembre de 1934 en Icononzo, Tolima, hijo de Rosa, una madre soltera y empleada doméstica que con mucho esfuerzo lo sacó adelante. Muy pronto, madre e hijo se trasladaron a Tuluá, en busca de un mejor destino. Allí, el pequeño José hizo sus estudios en la escuela Caldas mientras ayudaba en casa vendiendo dulces y periódicos por las calles, con una chaza que un comerciante local le regaló al ver su empuje y nobleza.
Oficios, viajes, el inicio de un amor
Desde entonces, José no dejó de trabajar. Montó un taller de bicicletas en Bugalagrande siendo aún joven, y más adelante partió hacia Cúcuta, donde manejó taxi y se abrió paso hasta convertirse en gerente de la empresa a la que pertenecía el vehículo.
Fue en uno de sus regresos a Tuluá que conoció a Nilsa López, hermana de una gran amiga suya. José tenía 26; ella apenas 15. A los 10 meses de noviazgo, se casaron en la parroquia San Bartolomé y poco después regresaron juntos a Cúcuta. Allá nacieron sus dos primeros hijos: Darlay y José Alexánder.
El regreso a casa
La nostalgia por la tierra y la necesidad de estar cerca de los suyos los trajo de nuevo a Tuluá. Comenzaron de cero, vendiendo leche en el barrio Tomás Uribe, fundando el restaurante “Picapiedra”, célebre por sus huevos revueltos con salsa, arroz, también la chuleta, y distribuyendo prensa nacional como El Tiempo, El Espacio, El Caleño, El Pueblo, El País y Estadio.
De vendedores de periódicos a fundadores de uno propio
Fue entre paquetes de periódicos ajenos que nació la idea de tener el propio. José soñaba con un medio que hablara de Tuluá y del centro y norte del Valle, no de lo que pasaba en las grandes capitales. Y lo hizo realidad: en 1975 fundó EL TABLOIDE, con el respaldo de Nilsa, su compañera incansable. Él se encargaba de la pasión editorial; ella, de poner orden en las cuentas y en la logística. “Porque de algo teníamos que vivir”, recuerda Nilsa con sabiduría práctica.
La violencia silenció una voz pero no un sueño
Durante catorce años, José lideró el periódico. Construyó opinión, formó lectores, denunció lo que muchos callaban. Hasta que el 10 de diciembre de 1989, la violencia que él mismo combatía con sus letras, lo alcanzó: fue asesinado en Tuluá.
Nilsa al timón contra todos los pronósticos
Ese día, Nilsa quedó viuda, con tres hijos, de 18, 25 y 27 años, y una empresa que muchos no creían que pudiera sostener. “Porque era mujer”, decían. “Porque no era periodista”, murmuraban. Pero Nilsa no solo sostuvo EL TABLOIDE: lo levantó con más fuerza. Lo convirtió en su cuarto hijo. Lo protegió, lo modernizó, lo volvió rentable y regionalmente influyente.

Ella, nacida en un hogar humilde con once hermanos, hija de Ceferino López y Leomina Perdomo, había aprendido desde muy joven a trabajar. Con apenas 15 años se casó y se fue a Cúcuta; desde entonces no paró de apoyar en todos los negocios que emprendió su esposo.
Por esa tenacidad, por su capacidad para convertir el dolor en proyecto, la Unidad Central del Valle, Uceva, le otorgó el título Honoris Causa en Administración de Empresas. Porque Nilsa no solo se hizo cargo de una empresa familiar: condujo un periódico regional en medio del machismo, la incertidumbre y la transformación tecnológica.
Hoy, 50 años después…
Este 19 de julio, cuando EL TABLOIDE cumple 50 años, ella sigue siendo su rostro, su carácter firme, el pilar. A su alrededor, hijos, nietas, empleados y lectores celebran una historia construida a pulso por dos valientes: uno que soñó con contar lo que aquí ocurría, y otra que lo hizo posible cada semana.
José y Nilsa. EL TABLOIDE no existiría sin ellos.